Tras el conflicto bélico provocado por la invasión de El Salvador a territorio patrio, se decreto que este mes debía ser conmemorado como el dedicado a fortalecer nuestro alicaído sentimiento de pertenencia a una comunidad con pasado, presente y futuro compartido por sus habitantes, forjada a lo largo de los siglos por sucesivas generaciones con raíces multiétnicas y culturales diversas; indígena, hispánica, africana, en lo esencial, posteriormente enriquecidas con migrantes procedentes de otros continentes, lo que le da amplia gama de diversidad que la nutre y vivifica.
Se ha afirmado que algunos elementos esenciales que nos unen, sea que residamos dentro o fuera de la nación, son: la devoción a nuestra Patrona, la Virgen de Suyapa, los símbolos patrios: la bandera, el himno, el escudo, los próceres, hombres y mujeres, que han hecho de la defensa y exaltación de lo nuestro, su razón de vivir, a partir de los primeros defensores de la soberanía: los caciques
Lempira y Cicumba, además de otros menos conocidos, y no por ello menos heroicos, que aguardan ser estudiados.
Tal sentimiento unitario se debilita cuando no valoramos lo propio, admirando en cambio elementos ideológicos provenientes de otros países, lo que va forjando un complejo de inferioridad que nos desvaloriza.
Compete al sistema educativo, a los medios masivos de comunicación, a las y los investigadores, cada quien en su campo especifico, contribuir, de manera compartida, a difundir e interpretar las diversas contribuciones de mujeres y hombres, compatriotas que de múltiples maneras, edificaron los cimientos de nuestra personalidad, sea en lo cívico, lo artístico, lo deportivo, tanto en el ayer como en el hoy.
Cuando se ha vivido por tiempo prolongado fuera de Honduras se aviva el sentimiento de hondureñidad, de añoranza por haber tenido que dejar atrás el hogar común.
Y cuando podemos retornar a suelo patrio, entonces si alcanzamos a valorarlo más que nunca con amor filial que permanecía adormitado.
Es entonces cuando, al igual que el poeta Jaime Fontana, repetimos con el: “... esta es la cuna y este el peñón exacto, esta es la tierra nuestra, la amorosa, la que espera a sus hijos. Aquí esparcen su calcio generoso los huesos de mis padres y el calcio va a la hierba y hace el pino más jubiloso y alto así trabajan todavía quienes nos prestaron la sangre.
Todo será feliz y doloroso, será trémulo y tierno
Porque volver a Honduras... me parece que es retomar el canto”.