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Viejas prácticas

  • 06 diciembre 2021 /

El proceso electoral del último domingo de noviembre nos dejó un buen sabor de boca por el altísimo nivel de participación y concurrencia ciudadana a los centros de votación. Más de 3.2 millones de personas asistieron masivamente a ejercer su derecho y responsabilidad ciudadana.

La jornada se desarrolló en calma y con sosiego de parte de los hondureños, salvo casos aislados de normales diferencias y encuentros desafortunados entre miembros de las mesas, es de celebrar que el proceso sucedió mucho mejor de lo que muchos pensaron ocurriría: violencia y clima tenso.

Sin embargo, no todo es fiesta, no todo es miel como el encuentro cortés entre la presidenta electa y el principal candidato perdedor. A nivel presidencial los datos están marcados por transparencia y hasta ahora, sin ningún vestigio aparente de amaño y fraude.

Pero otro gallo nos está llorando en el nivel diputadil; allí han aparecido las mismas prácticas de triquiñuelas y burla a la voluntad popular.

Aparece el mal en los días, cual personajes retrógrados sin valores republicanos, sin honra a los postulados democráticos, siendo enemigos y prófugos de toda decencia y honor, son alérgicos a la transparencia. Quieren imponerse buscando protección impune, carroñeros del poder público, ajenos a la verdad, injustos por antonomasia.

Es clave y absolutamente necesario que se respete la voluntad de las mayorías en la elección del nuevo Poder Legislativo, pues tal como se apuntara en este espacio en semanas anteriores, este representa el poder real en la vida republicana; por el bien del país es más que urgente que los dinosaurios no regresen ni se les brinde nuevamente espacio.

Ahora es el tiempo en el cual el Consejo Nacional Electoral debe terminar bien la responsabilidad constitucional asignada, de otra manera un proceso limpio a medias es al final de cuentas un proceso sucio, y eso es algo que no merece ni representa los ideales de los hondureños.