Venezuela es un país con uno de los mayores incidentes de acoso por parte de Estados Unidos de América como consecuencia de la política internacional de la nación norteña en base a la “Doctrina Monroe” y “El destino manifiesto”.
Cuando Bolívar convocó al Congreso Anfictiónico de Panamá (1826), en la lista de invitados elaborada por el Libertador no aparecía Estados Unidos. Fue Santander, vicepresidente de la Gran Colombia, quien, en un acto de traición a Bolívar, envió una invitación a los norteamericanos. La idea de Bolívar era consolidar la unidad de los países que recién se habían independizado con el fin de contrarrestar la posibilidad de una reconquista por parte de la Santa Alianza europea y de prevenirse frente a la voracidad de los británicos y de Estados Unidos. Bolívar aspiraba a la unidad latinoamericana, quería la unidad sin la presencia de Estados Unidos. “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”, había proclamado Bolívar. José Cecilio del Valle fue uno de los patriotas que acogió con beneplácito esta idea.
John Quincy, presidente norteamericano, aceptó la invitación y nombró su representante que no alcanzó a llegar al evento. Quincy le instruyó para que rechazara “toda idea de un Congreso Anfictiónico investido con poderes para decidir las controversias entre los Estados americanos... e impedir cualquier expedición liberadora a las últimas colonias españolas, Cuba y Puerto Rico.”
Pero la verdadera desgracia para Venezuela ocurre cuando a principios del siglo pasado las compañías norteamericanas inician la explotación petrolera a través de las grandes compañías, mediante convenios amañados con el gobierno del país petrolero. Dada la gran trascendencia del petróleo para la economía norteamericana, las relaciones diplomáticas con Venezuela se convierten en una constante intervención en la patria de Bolívar para preservar la explotación petrolera mediante la imposición de dos terribles dictaduras traidoras y dóciles y una democracia entreguista.
El triunfo de Hugo Chávez complicó las relaciones con Estados Unidos. Su programa reivindicador y su propuesta de hacer de Venezuela un país que llevara a la realidad la idea bolivariana de la unidad de la América Nuestra, de la que habló Martí, en base a la independencia, el respeto de la soberanía y el usufructo de los recursos naturales para beneficio de todos, chocó con las ambiciones norteamericanas de continuar con el control de la riqueza petrolera de Venezuela.
La primera respuesta fue intentar un golpe de Estado en contra de Chávez con el inmediato reconocimiento del autoproclamado golpista presidente, en contradicción con la democracia que pregona Estados Unidos, porque Chávez era el resultado de un legítimo triunfo electoral. A partir de entonces, viene el desconocimiento de todos los resultados electorales de los procesos celebrados en Venezuela (más de 25 elecciones). Luego las sanciones, el reconocimiento de Guaidó como presidente, la apropiación de CITGO y su venta ilegal, el bloqueo de las cuentas venezolanas, el asalto en alta mar de los buques con petróleo venezolano, los intentos golpistas, las guarimbas, los ataques terroristas, la declaratoria por parte de Obama de que Venezuela es el más peligroso enemigo para la seguridad de Estados Unidos, la organización del Grupo de Lima integrado por países sin ninguna vocación democrática, la negativa de González de presentar las pruebas ante la Corte Superior de Justicia para su estudio, la campaña de distorsión de la verdad a nivel mundial, ignorando el respaldo mundial que los pueblos dieron a Maduro el pasado sábado 1 de agosto, han caldeado la situación intolerable en la que González pretende ser presidente al margen del CNE, pero con el respaldo de los países opuestos al chavismo que pretenden dictar normas a un país soberano.
Venezuela Bolivariana va por buen camino, rumbo a la membresía en el BRICS, con nuevos aliados, sin imposiciones y con pleno respeto a la independencia y la autodeterminación por parte del sur emergente.
De todo esto se desprende que, en Venezuela, el problema no es si las elecciones son legítimas o no (la oposición no ha demostrado que haya fraude), lo que ha importado a Estados Unidos es la recuperación del control del petróleo y para eso los países semicoloniales, los agredidos como Guatemala, Panamá, República Dominicana, Chile, Ecuador, Perú, hacen un ridículo coro.
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