“Si volviera a nacer, algo que nunca hiciera es reventar pólvora, pues me marcó para toda la vida al reventarme un mortero en mi mano derecha y que debido al gran daño me la amputaron en el hospital Mario Catarino Rivas en esa mal recordada Navidad del año 1996”, lamenta Lorenzo Martínez.
Este sampedrano de oficio comerciante, de 36 años, recuerda todos los 24 de diciembres, con nostalgia, esta época cristiana, pero que siendo un niño de 9 años tuvo ese fatal accidente que lo dejó sin su mano diestra, motivo por el cual depende de su mano izquierda para realizar todo tipo de actividades, auxiliado por su brazo derecho sin mano.
Qué lamentable y preocupante es saber que de este caso narrado por este ciudadano de este trágico suceso ocurrido hace 27 años, no haya una Navidad sin este tipo de desgracias y en la mayoría de casos menores de edad, que muchas veces por la ignorancia de padres de familia son los que les heredan esa fatalidad, pues ellos mismos les compran esas “desgracias” de todo tipo de explosivos, con capacidad de causarles la muerte o quitarles partes de sus cuerpos.
La misma historia todos los años en los 298 municipios del país. Con lemas como los de este año “Navidad Segura”. Hay lugares que de generación en generación su actividad ha sido la fabricación de artefactos explosivos. Donde es común que algunos miembros de estas familias les falten dedos de las manos en especial y casos lamentables donde familias enteras han fallecido a causas de trágicos accidentes.
En estos últimos tiempos han aparecido productos nuevos cada vez con más potencia explosiva y sus ventas sin el control adecuado y en este año 2023 los “tumbacasas”, en un país llamado Honduras.