Quienes al igual que yo hemos tenido la bendición de residir por algún tiempo en la madre patria, saben que uno de los choques culturales más inmediatos es la aparente falta de cortesía, que a veces se puede percibir en las personas de las grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Oviedo, por mencionar algunas. Y es que la vida urbana de este continente tiende a ser más rápida y las interacciones más impersonales, mientras que, en los pueblos y ciudades pequeñas, es más común que las personas se saluden entre sí. No obstante, para los latinoamericanos, decir un “buenos días”, es una regla, y el responder una obligación, en contraste, el grueso de la sociedad española hace tiempo que se distanció de estas costumbres, lo que antes era común, como saludar a los desconocidos en la calle, puede no ser tan habitual ahora, e incluso percibirse como inadecuado o extraño, hoy hay que agradecer si alguien te dice “hola”. Pero, en mi más reciente estadía pude constatar que todo está en el contexto, y en la manera en que desde este se lean las buenas costumbres.
He llegado a la conclusión que, la percepción de los buenos modales en España puede ser una cuestión muy compleja y multifacética. Hay varias razones por las cuales los jóvenes y algunas personas de pensamiento progresista podrían distanciarse de ciertos comportamientos asociados con los buenos modales tradicionales: Algunos pueden ver las formas tradicionales de cortesía como excesivamente formales o poco auténticas. Prefieren interacciones más informales y directas que perciben como más sinceras. Otra razón es la promoción de la igualdad y la horizontalidad en las relaciones sociales modernas. Las normas de cortesía tradicionales a veces se ven como reflejo de jerarquías sociales que muchos movimientos actuales buscan desmantelar. Pero creo que lo que más ha socavado la valoración positiva de los buenos modales, es la equivoca asociación de estos, con actitudes de superioridad o exclusividad social. Lo que puede causar rechazo en aquellos que valoran la inclusión y la igualdad. La percepción de que ciertas formas de cortesía son utilizadas para marcar diferencias clasistas ha llevado a una resistencia hacia la sana práctica de la otrora llamada “buena educación”. Pero esto no es un fenómeno exclusivo de España, la globalización de las redes sociales y con ella la influencia de otras culturas están cambiando las normas sociales en el mundo entero. Las generaciones jóvenes están expuestas a una variedad inmensa de prácticas culturales y pueden adoptar aquellas que les parecen más relevantes o atractivas. Por otra parte, la dependencia de la tecnología y la comunicación digital pospandemia puede haber reducido las interacciones cara a cara, cambiando la manera en que las personas jóvenes se relacionan. Ahora bien, ¿qué hacer? Es importante notar que la amabilidad y el respeto no son exclusivos de las normas tradicionales de cortesía. Existen muchas formas de mostrar consideración hacia los demás que no necesariamente están vinculadas a prácticas esnobistas o formalismos. El papa Francisco ha recordado que para llevar adelante buenas relaciones existen tres palabras claves: permiso, gracias y perdón (como signos de amor). Promover una cultura de la amabilidad (ser dignos de ser amados) puede ser compatible con los valores modernos de igualdad y horizontalidad y pueden manifestarse de maneras diversas y adaptadas a los tiempos actuales, sobre todo desde el valor de la empatía y el respeto.
Es necesario que padres, tutores y maestros fomenten un diálogo intergeneracional y cultural sobre estas cuestiones, para ayudar a los más jóvenes a encontrar un equilibrio entre la buena educación y la adaptación a los cambios sociales y culturales del hoy y del mañana, porque: “La blanda respuesta aplaca la ira, más la palabra áspera hace subir el furor.” (Prov. 1,15)