08/12/2025
04:21 PM

Siria aún espera por Ginebra

El enviado especial de la ONU y la Liga Árabe para Siria, Lajdar Brahimi, observa con acierto que una conferencia de paz en Ginebra sin la participación de la oposición carecería de sentido. Una negociación que prescinda de representantes de los rebeldes no garantizaría la efectiva implementación de lo acordado. Sin embargo, no solo la ausencia de los insurgentes constituye un obstáculo para que la conferencia se llegue a realizar.

La aquiescencia de la Coalición Nacional Siria –CNS-- a sumarse a las conversaciones de paz, cuya fecha de inauguración continúa incierta, es insuficiente. El capital más significativo a favor de la CNS es el respaldo que recibe de los países occidentales y de aliados árabes, que miran a la Coalición como una alternativa moderada frente al fundamentalismo autoritario. No obstante, hay fundadas razones para dudar de que la CNS represente a la miríada de grupos alzados en armas, pues tiene una limitada capacidad de dirección política e influencia en importantes sectores rebeldes. La lista interminable de milicias que combaten al régimen de Assad complica el proceso de paz y no hay indicios de que accedan a congregarse con vistas a una negociación diplomática. Los rebeldes suman una treintena de grupos que incluye al Ejército Libre y a brigadas sunitas, yihadistas y kurdas. Aunque todos demanden la salida de Assad y la instauración de un nuevo orden político, la visión del Ejército Libre no coincide con las aspiraciones de aquellos rebeldes que proponen una república islámica o la creación de una región autónoma kurda. El empantanado proceso de paz está ante una disyuntiva: apostar por un acuerdo tripartito entre los países con influencia en la crisis siria, el gobierno de Assad y una parte de la oposición (¿la CNS y el Ejército Libre?); o buscar alguna inédita fórmula de negociación que, aparte del régimen y de actores internacionales, incorpore a la casi totalidad de los grupos rebeldes. La primera opción representa una salida que se “impondría” a todas las partes, hayan participado o no en su diseño. En este caso, los prospectos de continuación del conflicto son muy altos.

La segunda alternativa -descubrir un inédito modo para reunir a todas la partes- es un reto político y diplomático, y la ambiciosa meta que parece haberse impuesto Brahimi. Para ello deberá sortear no solo las demandas de algunos sectores insurgentes, sino también el veto de varios países occidentales y árabes a la participación de agrupaciones supuestamente vinculadas a Al Qaeda. No solo se requiere que los rebeldes y el régimen apuesten por una negociación diplomática. Es imprescindible que las potencias externas reconozcan que eventualmente, al final del camino, los partidarios de Assad conserven una cuota de poder o que los islamistas se conviertan en la fuerza dominante del país. Por este motivo tiene especial vigencia el marco trazado por la Declaración de Ginebra de 2012, que no contempla un simple cambio de régimen o a la salida del poder de Assad, sino que busca configurar una transición que desemboque en una institucionalidad democrática con garantías de derechos, elecciones libres, balance de poderes y canales para la solución pacífica de las diferencias entre sirios.