El servicio médico social fue aprobado durante el gobierno del D. Julio Lozano Díaz, quien ejercía como jefe de Estado y presidía todos los poderes: el Ejecutivo en persona; el Legislativo por delegación a través de una comisión, y el Judicial -también por delegación- mediante una Corte Suprema nombrada por el mismo D. Julio. En otras palabras, D. Julio podía remover a los del Comité de Legislación y a los magistrados porque era él quien los había nombrado. El decreto dice, entre otras cosas: se crea el servicio médico social para que los egresados de la facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Honduras devuelvan al pueblo lo que el pueblo les dio para su formación. Ese decreto mandaba que el servicio médico social duraría un año, y con los jóvenes que fueron a los pueblos, muchos olvidados, por fin tuvieron acceso al médico. Por eso el decreto de D. Julio solo puede ser reformado por el Congreso.
¿Qué les había dado el pueblo a estos jóvenes egresados de la carrera de Medicina? Ni más ni menos que la formación gratuita, como sigue ofreciéndola porque los pagos de los estudiantes son realmente insignificantes si se comparan con la inversión millonaria del Estado, con los dineros del pueblo, para el sostenimiento de la carrera de Medicina.
Habrán advertido los lectores que en el decreto de D. Julio habla de facultad de Medicina y de Universidad Nacional de Honduras, y es correcto porque en ese tiempo la facultad así se llamaba -actualmente facultad de Ciencias Médicas- y la Universidad aún no era autónoma. Pero la razón principal para que D. Julio decretara el servicio médico social para quienes iban a graduarse de médicos era porque los egresados se negaban a ir a trabajar en los pueblos, y esa población estaba huérfana de toda atención médica, de tal suerte que, no podemos ignorarlo, D. Julio actuó con una gran sensibilidad, quizá influido por su esposa, doña Laura Vijil de Lozano, quien se caracterizaba por su gran espíritu humanitario. D. Julio tenía ideas muy avanzadas en comparación con cómo pensaban nuestros políticos vernáculos y se planteaba importantes iniciativas; entre otras, el voto de las mujeres, la promulgación de una Constitución avanzada, cuyo borrador había redactado Medardo Mejía inspirado en la Constitución de la revolución guatemalteca de Arévalo y Árbenz, la modernización de la economía.
Posteriormente, el servicio médico social se reglamentó y se confió a una comisión integrada por la facultad de Ciencias Médicas, el Colegio Médico de Honduras y la Secretaría de Salud para administrarlo. Digo esto porque he leído en la prensa que el rector de la Unah ha disminuido el servicio médico social a seis meses, en contraposición con el decreto de D. Julio y pasando por alto a la comisión tripartita que ha administrado el servicio médico social a lo largo del tiempo en que ha funcionado.
Podrán observar, también, que el servicio médico social es, según el decreto, solo obligación de los egresados de la facultad de Ciencias Médicas de la Unah, y no de las otras facultades de universidades privadas, que se crearon posteriormente, ni a quienes se gradúan en el exterior. Pero yo no me opongo a que los jóvenes hondureños o extranjeros, independientemente de que se gradúen en la Unah o en universidades privadas o extranjeras, contribuyan con sus conocimientos y con el fervor patriótico de sus juventudes a servir a esta prioritaria necesidad del pueblo, sobre todo la de los de la ruralidad. Es un abuso, eso sí, imponerle a 2 años, por represalias políticas, a los que vinieron de Cuba graduados de médicos mediante becas otorgadas por Fidel, una de las razones por la que los hondureños deben estar eternamente agradecidos con el líder cubano.
Concluyo: la postura de la Secretaría de Salud de restablecer el servicio a un año es patriótica y está en consonancia con el espíritu del gobierno de doña Xiomara y de la Ley Orgánica de la Universidad, que propugna con la ligazón de la institución y de sus alumnos con las necesidades populares, con justa razón porque los dineros del presupuesto universitario provienen de los bolsillos del pueblo. Los estudiantes deberán entender que su año de servicio no es un año de trabajo, sino de entrenamiento. Una medida que debe tomar la Secretaría es agregar a los planos de los centros de salud un apartamento para acomodar al médico en servicio social y que las municipalidades les garanticen una alimentación gratuita, sana y nutritiva, conforme a las costumbres culinarias de cada pueblo. Servir al pueblo no puede ser una obligación, sino un privilegio.
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