Recientemente celebramos el mes de la patria.
Aquí hemos crecido en la cultura de exaltación de ese hecho. Septiembre entero está dedicado a esta celebración. El himno suena todos los días, hay desfiles, inclusive asueto. Las escuelas y colegios tanto públicos como privados tienen que participar obligatoriamente. Realmente, nadie celebra nada, es una costumbre.
Patria se define como el país donde se ha nacido. Nación es el conjunto de habitantes de un país. Patriotismo es el equivalente colectivo al orgullo que siente una persona por pertenecer a una nación, a un país.
A 203 años de ser república es bueno preguntarse qué nos une como país o como nación.
Los símbolos patrios no nos generan nada a lo interno. La nacionalidad para muchos es una vergüenza, reniegan de ella.
El idioma no es el mismo para todos. Aquí no se habla español. Lo han degenerado tanto que ya no se parece al original. Pregúntenle a los jóvenes.
La libertad de culto religioso divide con base en las creencias personales. La cultura mucho menos, no tenemos un arraigo cultural propio. Nuestras raíces indígenas nos avergüenzan. Nos despreciamos tanto que adoptamos costumbres culturales de otros países.
La política ni qué hablar. Allí no hay uniones, sino intereses propios. La hipocresía reina a sus anchas.
¿Entonces qué nos une?
Personalmente creo que nos une un deseo genuino de vivir en un mejor país (por eso muchos se van a buscar otro). Pero ese deseo se queda en eso. En idea, en sueño, y no aportamos lo que se necesita para lograrlo. Somos muy cómodos. Esperamos que los demás lo hagan.
Y hay muchos que se alegran de que las cosas no vayan bien porque el negativismo y la intriga son su sustrato emocional.
Tenemos que madurar. La vida de un país no es la política. Es esfuerzo, trabajo, determinación, solidaridad con la nación. No esperemos que la política nos solucione. Esa en lugar de unirnos nos divide, nos vuelve recelosos y resentidos.
Tenemos que quitarnos la amargura del corazón y ser espléndidos. Tenemos que darle espacio a la esperanza y creer que sí podemos forjar un mejor país. Tenemos que esforzarnos más, encontrar nuestro propio sentido de pertenencia a esta tierra y valorar nuestros sueños aquí, con nuestras familias.
Honduras es un concepto muy elevado al que pocos desean acceder. Es más fácil ser patriotas yendo a los desfiles a ver a las palillonas.