17/06/2024
11:16 AM

Para saber qué hacer

Elisa M. Pineda

Aquella experiencia nos tenía asombrados, inquietos y preocupados. La incertidumbre, lo desconocido provocaba diversas reacciones y pensamientos. Era común leer en redes sociales digitales muchos comentarios que vaticinaban que la humanidad no volvería a ser igual.

La pandemia de covid-19 parecía ser un parteaguas en nuestra historia más reciente -como en realidad lo fue- aunque muchas de las promesas de cambio, de priorizar la convivencia pacífica, de cuidar el planeta, han ido quedando en el olvido.

Incluso, hay quienes ahora, envueltos por el negacionismo, señalan que todo fue una crisis creada, no real. Cuando pensamos en las personas que perdimos a causa de la pandemia, en quienes desde los servicios de salud se colocaron en situación de riesgo para servir a los demás, es casi una falta de respeto decir que no existió.

Si bien es cierto que en los primeros momentos de la pandemia incorporamos rutinas excesivas a nuestra cotidianidad y muchas de ellas estaban de más, estas respondían a una realidad del momento: el desconocimiento sobre lo que enfrentábamos, pero no la ausencia del riesgo.

Hoy, con el paso de los años y el conocimiento, algunas medidas tomadas nos parecen casi absurdas, al mismo tiempo que las promesas de cambio también pierden relevancia.

En aquel tiempo de la pandemia en Honduras vivimos también el paso de dos huracanes que luego se degradaron en tormentas tropicales: Eta y Iota, con pocas semanas de diferencia, algo que no habíamos experimentado. Nuevamente la lección estaba allí: debemos estar atentos.

En la actualidad estamos pasando por otro tipo de dificultades. Las temperaturas extremas a nivel mundial tienen impacto en la salud de las personas, la seguridad alimentaria y las formas de producción. Todo parece indicar que nos encontramos en un acelerado momento de transición del que es indispensable tener conciencia y adaptarse rápidamente.

Países como el nuestro, con una gran vulnerabilidad por la posición geográfica, tienen el enorme desafío de prepararse con infraestructura resiliente, prevención de contingencias, sensibilización y educación de las personas. El caso es que el tiempo apremia y las condiciones de pobreza y falta de educación, no ayudan.

Lo hemos visto con el incremento de incendios forestales, la contaminación sin precedentes en nuestro territorio, el dengue que abate a la población, y como si se tratara de dos caras de una misma moneda, pronto nos enfrentaremos a una temporada ciclónica que los conocedores vaticinan como muy activa y temprana.

La alerta está puesta, la Secretaría de Gestión de Riesgos y Contingencias (Copeco) está haciendo su labor, pero ¿sabemos qué hacer? Más allá de las acciones del gobierno, central y municipal, ¿estamos tomando medidas en el hogar y en las organizaciones?, ¿sabemos cómo se traducen las alertas en acciones puntuales en casa y en el trabajo?

No solamente hay que prepararnos para los daños, sino para prevenirlos y mitigarlos. Si ya conocemos lo que se avecina, es momento adecuado de tomarnos el tiempo para saber qué hacer. Estamos avisados, no perdamos la batalla, por el bien de toda la población.

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