28/03/2024
03:06 AM

Para reconciliarnos

Roger Martínez

Una de las cosas que más me ha gustado hacer en la vida ha sido la de mediar entre cónyuges en conflicto. En los últimos veinte años, con cierta frecuencia, parejas que enfrentan algún tipo de crisis se han acercado en busca de ayuda, de asesoría, de consejo. En un momento de la historia en la que a nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer, no he considerado prudente dar “consejitos”, y he preferido hacerlos pensar sobre su propia problemática, sobre las causas de la crisis, y, sobre todo, he procurado ayudarles a definir unas estrategias que los lleven a resolver el conflicto ellos mismos y, sobre todo, a evitar que problemas similares se repitan en el futuro.

Y pienso que algunos de los componentes, de los pasos, de un proceso de mediación conyugal pueden servirnos para pensar en acciones similares que hay que acometer para lograr la reconciliación entre los que aquí vivimos, y que, además, fue una de las promesas de campaña de nuestra actual presidenta.

En primer lugar, para solucionar una crisis conyugal en indispensable escuchar atentamente, y por separado, a cada uno de los protagonistas del conflicto. Suele sonar a una misma canción, pero con distinto arreglo. Porque, en el fondo, los hechos que se narran son los mismos, pero vistos desde diferentes perspectivas. El mediador, que no ha estado involucrado en la situación, puede así hacerse un panorama objetivo y juzgar las actuaciones de cada uno de los cónyuges. De esta manera se elabora un diagnóstico de la problemática que enfrenta la pareja.

Luego, toca hacer consciente, a cada una de las partes, de la responsabilidad que ha tenido en la generación del conflicto. Si una de ellas se niega a aceptar su culpa, no hay nada más que hacer. Yo, en estos casos, les agradezco la confianza y les pido regresar cuando estén dispuestos a apechar con la responsabilidad que les corresponde. Sin embargo, si ambos asumen su parte de culpa, continuamos con la búsqueda de posibles soluciones; soluciones que deben ser libremente propuestas por ellos mismos. Por que imponer soluciones a un conflicto entre adultos no me parece sensato.

Una vez que se han determinado los acuerdos necesarios para salir de la crisis, se llega al momento de dar vuelta a la página.

Pero antes de hacerlo deben dejarse claras varias cosas: que si se ha causado daño hay que reparar, que si hay heridas hay que restañarlas, que perdonar y olvidar no vale, porque lo más inteligente es personar y aprender. Porque el que no aprende de los errores del pasado, como bien sabemos, está condenado a repetirlos.

A ver si de lo anterior algo nos sirve para que dejemos de insultarnos y de creernos mejores que los que no piensan como nosotros.