Si los seres humanos cumplieran con el reglamento divino de los 10 mandamientos o tabla de la ley, no habría necesidad de tantas leyes, reglamentos y normativas hechas por la mano del hombre.
Amarás a Dios sobre todas las cosas, no tomarás el nombre de Dios en vano, santificarás las fiestas, honrarás a padre y madre, no matarás, no cometerás actos impuros, no robarás, no darás falso testimonio ni mentirás, no consentirás pensamientos ni deseos impuros, no codiciarás los bienes ajenos.
Estos artículos divinos verdaderamente son pétreos, ya que no se les puede ni debe reformar y porque fueron escritos en piedra y esculpidos con fuego por un poder sobreterrenal de una justicia suprema desde hace miles de años en el monte Sinaí y entregadas a Moisés.
El hombre ha creado tantas leyes, en cualquier época y lugar, e igual todo tipo de reformas. En la mayoría de estos casos no son las leyes que han necesitado esos cambios, sino el ser humano creador de ellas y el principal violador.
Las leyes terrenales están saturadas con tantos reglamentos, prohibiciones y castigos. Escritas cuasiperfectas en cualquier cantidad de papel, pero aplicadas en la mayoría de los casos sin una ética y justa equidad.
Siendo los gobernantes que oprimen al pueblo, violando hasta los artículos pétreos de la Constitución y cualquiera de las demás leyes que las encogen, estiran y las tuercen.
El amor al dinero y la avaricia al poder los convierte en los principales corruptos y violadores de los 10 mandamientos.
Siendo la génesis principal que el dinero se ha convertido en el dios de quienes ejecutan, legislan e imparten las leyes y terminan en el apocalipsis, acción de besar el puñal cuando es de oro o de plata en un país llamado Honduras.