04/12/2025
02:01 PM

La ética y la estética

Henry Asterio Rodríguez

La sentencia del filósofo F. Nietzsche: “La moral tiene criterios estéticos” sugiere que la ética y la moralidad están intrínsecamente ligadas a la belleza y a la percepción estética. Esta idea plantea que las acciones morales no solo deben ser correctas desde un punto de vista ético, sino también deben resonar con una cierta armonía y belleza interior. Puede parecer extraño que siendo sacerdote utilice una cita de Nietzche, teniendo en cuenta su ateísmo y aversión a la religión, pero en la Sagrada Escritura, este concepto puede relacionarse con la cita de Filipenses 4,8: “Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta”. Desde esta perspectiva, igual que el filósofo alemán, San Pablo, nos exhorta a enfocarnos en lo que es moralmente bueno y estéticamente bello. El apóstol insta a los cristianos de todos los tiempos a contemplar y perseguir aquello que es digno de alabanza, lo cual incluye tanto virtudes morales como estéticas. La belleza aquí no es meramente superficial, sino una manifestación de la bondad y la verdad. El papa Benedicto XVI, en su encíclica “Deus Caritas Est” (Dios es amor), subraya que la belleza tiene un papel crucial en la experiencia de lo divino y en la práctica de la moralidad. El santo padre afirma: “La belleza, en la que se revela el esplendor de la verdad, nos lleva a un anhelo de amar, nos lleva hacia una moralidad basada en el amor”. Vivimos en una era donde la apariencia y la presentación tienen un peso significativo. Sin embargo, esta sentencia nos recuerda que la verdadera belleza va más allá de lo superficial y está enraizada en la verdad y la bondad. Porque la belleza separada de la verdad y del bien, se convierte en una máscara superficial y meramente subjetiva e individualista. En una sociedad en donde los valores éticos a menudo se ven comprometidos por la búsqueda de éxito y apariencia exterior, la integración de criterios estéticos en la moralidad podría promover una cultura de autenticidad y virtud. Las artes, la literatura, la liturgia y la cultura, la belleza en general pueden ser vehículos potentes para expresar y fomentar valores morales. La música, el cine y la literatura que abordan temas de justicia, amor y verdad no solo educan, sino que también inspiran a actuar de manera moralmente correcta. La educación, tanto formal como informal, puede beneficiarse de esta perspectiva al inculcar en los jóvenes no solo un sentido del deber ético, sino también una apreciación por la belleza inherente a las acciones buenas y justas. Esto podría contrarrestar la creciente desensibilización hacia la violencia, la injusticia y la deshonestidad que a menudo se ve en los medios de comunicación. Y se vuelven cómplices de una humanidad cada vez más afeada desde el interior. Así la idea de que “la moral tiene criterios estéticos” nos invita a considerar la ética no solo como una serie de reglas a seguir, sino como una forma de vida que busca la belleza y la armonía en la verdad y la bondad. Esta integración de lo moral y lo estético puede guiarnos hacia una sociedad más justa y humana, donde la belleza interior se refleja en nuestras acciones y decisiones diarias. Al igual que San Pablo exhorta en Filipenses, enfocarse en lo verdadero, justo, y puro no solo mejora nuestra vida moral, sino que también embellece el mundo que nos rodea, uniendo de manera intrínseca la ética con la estética.