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“Fe”

  • 19 octubre 2022 /

En las últimas tres semanas, los cristianos católicos del mundo hemos reflexionado sobre la fe en la liturgia de la Palabra dominical.

Primero escuchando a los discípulos decir “Señor, auméntanos la fe” (cfr.Lc 17,5), luego nos maravillamos al escuchar a Jesús decirle al leproso agradecido: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado.” (Cfr. 17,11-19) y finalmente el domingo pasado veíamos en la parábola de la viuda y el juez injusto, un ejemplo de fe confiada y perseverante (Crf. Lc 18,1-8).

Pero la pregunta del Señor Jesús al cerrar su enseñanza, resuena hoy con mayor fuerza: “Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la Tierra?” (Lc 8,8). Sin duda el cuestionamiento del maestro no carece de fundamentos. Y es que creer en Dios puede significar muchas cosas, dependiendo cómo se use la palabra creer.

Por ejemplo, una convicción, el creyente está convencido de la existencia de Dios por razones personales, por el testimonio, por una cultura, etc. Por otra parte, el hombre de fe confía en el mensaje que se le ha transmitido y se ha abierto de tal manera a este que lo ha asumido y ahora forma parte de él.

Alguien podría preguntarse: ¿es esta una confianza justificada?.

Lo cierto es que cuando alguien en un país extranjero no conoce la ruta a seguir, confía en el guía cualificado que conoce el camino, por lo que se confía en sus acciones, consejos y directrices. Igualmente el cristiano de fe recibida cuando conoce a Cristo por la Iglesia, su mensaje, sus acciones, su predicación, sus palabras, este se hace digno de confianza y de imitación, volviéndose él mismo camino de vida para llegar al destino que es el mismo Cristo.

En tercer lugar el hombre de fe se siente acompañado por Dios, sabe por alguna razón que puede contar él, sabe que camina con nosotros, que se une a nosotros cada día y que somos su familia. El Dios en quien creemos es alguien cercano, tanto que se hizo hombre, haciéndose pasar por uno de tantos, participando de nuestra humanidad, para que pudiéramos participar de su divinidad. Por lo tanto, fe es convicción, confianza y compañía cierta. En un mundo secularizado y con tantos aficionados al agnosticismo y al ateísmo, “creer” parece poco y se prefiere “saber” y conocer. Pero la fe no se opone al conocimiento, aunque se ocupa de aquellas cosas que están por encima del acto de conocer, no porque creer en Dios sea algo irracional, sino porque la realidad en la que se cree escapa de los límites del razonamiento humano, de aquí que no los contradiga, sino que los desborda. En ese Dios es en el cual creemos, vivimos, nos movemos y existimos. (cfr. Hech 12,28 ).