24/11/2025
10:11 PM

Dos rosas y un poema para una madre

Alfredo Haces

Una rosa roja si estás despierta y una rosa blanca si estás dormida. El rojo carmín que es el emblema del milagro de la vida y del amor incondicional que da una abnegada madre que alimenta a su hijo con el maná que brota de sus fecundos y maravillosos pechos, que son la fuente inagotable que sacian el hambre y la sed de alguien que acaba de abrir los ojos en este mundo desconocido.

El blanco de pureza que es el símbolo del sacrificio y de entrega de una madre que después de haber cumplido con la ardua faena de criar a sus hijos. El cansancio del recorrer interrumpido del tiempo la hizo quedar dormida apretando una rosa blanca con sus gélidas y frágiles manos que jamás se marchita.

Para esa madre, que vive o que esté muerta, estas dos rosas: rojas o blancas con distintos colores, pero con las mismas fragancias llenas de alegrías o melancolías en especial en este día y siempre, pues la madre es para siempre y aun después de la vida.

Para esa madre santa que es el mejor regalo que Dios nos da y que desde que nacemos le provocamos dolor de parto y silencioso llanto con lágrimas de sangre que se transforman en dulce sonrisa al contemplar el milagro de la vida.

Para usted madre querida y a todas las madres, les entregamos estas dos rosas roja y blanca y les dedicamos este poema para que lo lean si están despiertas o que lo escuchen si están dormidas.

Felicidades a todas las madres del universo que son el origen y el único verdadero amor de la vida, sea que tengamos la bendición de tenerlas con nosotros o la resignación porque ya se nos hayan ido.