22/04/2024
11:35 AM

Destrucción del servicio diplomático

Juan Ramón Martínez

La idea que se manejaba en el pasado era que el nuevo gobierno destruiría todo lo que había hecho el anterior. Ahora está de regreso. La frase “cada alcalde manda en su año”, era moneda franca. Y la justificación muy antigua. Los mayas derribaban los monumentos del gobernante anterior y sobre las bases, edificaban los del nuevo. Lo que tenemos ahora en Copán, es por la sabiduría de 18 Conejo, un gobernante constructor.

El gobierno actual, atrapado en un culto ignorante del pasado, en este primer año, no ha construido ninguna institucionalidad que le sobreviva hasta ahora. Esperamos que rectifique. Mientras tanto, destruye todo lo que encuentra a su paso.

El daño que le han hecho al servicio diplomático, que desde la Cancillería de Esteban Mendoza había convertido a sus miembros en profesionales de una ciencia y unas actividades cruciales para la existencia del Estado nacional, es terrible.

El servicio diplomático nos dio triunfos indudables: la delimitación de las fronteras con Nicaragua y El Salvador, la recuperación de las Islas de la Bahía y La Mosquitia, la firma de la paz con El Salvador y la delimitación de las áreas marítimas con la mayoría de los Estados caribeños.

La Comisión de Asuntos Fronterizos, que ahora con el contencioso de Belice en contra de Honduras será necesaria, ha sido desmantelada.

Los mejores embajadores, traídos a Tegucigalpa, para que se aburran y renuncien a sus carreras; reconcentrados en la Escuela Diplomática, sin tareas definidas. Sustituidos por activistas políticos, sin conocimientos del derecho diplomático e incluso, ignorantes de las formas de tratamiento que tienen muchos años de refinamiento y distinción.

Excancilleres, distinguidos en el servicio, han sido sustituidos por tira piedras y degradados, hasta la ofensa, despreciando su talento y experiencia, poniendo en evidencia que, más que la razón y el interés nacional, priva la intolerancia política y el descuido que representa la imagen internacional de nuestro país, severamente dañada. Y todo esto, en nombre de la política sectaria y la intolerancia, como si el Estado fuera del gobernante. Y la política, en vez de una vocación excelsa, el pasaporte a la comodidad para los oportunistas. O un ejercicio infantil de venganza primaria.

Hace unos días, en la celebración del Día de la Diplomacia, se autocondecoraron “los perseguidos” y exaltados socialistas democráticos, celebrando sus sacrificios y dolores que sufrieron durante la dictadura, aunque algunos hayan sido miembros antiguos de la Cancillería – como Rosales, Pastor, Bu Soto y otros más— con el ánimo de cumplir su voluntad de destruir, típico del infantilismo revolucionario y revanchista.

Pronto tendremos problemas. Belice tiene una acción en curso en La Haya que nos afectará. Los diplomáticos no se improvisan en las calles; ni se forjan en los medios de comunicación. Serán necesarios para defender los derechos de Honduras.

El Salvador, en algún momento, iniciará acciones en contra de Honduras y, entonces, la Comisión de Fronteras, los investigadores y archiveros de los documentos nacionales, harán enorme falta. Porque una cosa es el activismo político que los militares con mucha sabiduría dejaron fuera para profesionalizar la burocracia nacional, de forma que el profesional de la administración pública fuese valorado no por su adhesión política, sino por sus conocimientos y habilidades particulares, y otra, muy diferente, el activismo político sectario que tanto hace daño en los consulados que ahora dan peores servicios que durante la dictadura como diría el pequeño canciller Enrique Reina. Cuando hemos ganado en La Haya, ha sido por el talento, no por la filiación política; o la subordinación enfermiza a los sueños imperiales de algunos olanchanos. ¿Nadie puede defender a Honduras de estos sectarios incontrolables?

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