Parece que el asunto de despertar el sentido de responsabilidad colectiva es mucho más complejo de lo que parecía. Es casi imposible no preguntarse ¿qué es lo que no nos permite avanzar en el fortalecimiento de una cultura de prevención de riesgos?
Probablemente sean nuestras percepciones e idiosincrasia, que vamos afianzando cotidianamente con frases como “que pase lo que tenga que pasar” o “lo que no te mata te hace más fuerte”, entre otras que suelen ser muy populares y reflejan el exceso de confianza en lo que consideramos el destino.
También encontramos un ambiente que combina serias debilidades en la educación y una desconfianza añosa hacia el conocimiento científico.
A veces parece más fácil creer en los diagnósticos de familiares y amistades, que en lo que puede estar señalando un profesional de la Salud, porque los hondureños muchas veces confundimos proximidad con autoridad para hablar sobre asuntos delicados.
Nos identificamos desde las emociones, por encima de lo racional y nos cuesta actuar con prudencia y pertinencia.
No estamos acostumbrados a identificar riesgos para prevenirlos, hay que reconocerlo. Recién hemos descubierto que existe el concepto de resiliencia y que es aplicable no solamente a individuos, sino también a poblaciones.
Quizá sea el resultado de años de fortalecimiento de una visión paternalista del Estado, que si bien contribuye al tipo de campañas político-electorales que tenemos, no ayudan a propiciar las condiciones adecuadas para el desarrollo.
Debemos dejar de pensar que la situación por la que atravesamos como nación es un destino que ya había sido anunciado y que nada podemos hacer para cambiarlo.
Es indispensable admitamos la relevancia de las pequeñas acciones –como lavarse las manos constantemente y usar mascarilla- que tienen que ver no solamente con el bienestar personal, sino con el colectivo.
Si ya conocemos de sobra las carencias de nuestro sistema de salud mucho antes de la pandemia y ahora agravados por esta, ¿por qué insistir con el incumplimiento y con la necedad?
En un acto fuera de serie, seguramente respondiendo más a motivaciones políticas que a situaciones concretas, los hondureños tendremos el mal llamado “feriado Morazánico”, en plena pandemia.
Nos quejamos de la falta de visión de nuestras autoridades sobre el futuro cercano, de manera especial cuando es relativamente fácil anticipar lo que vendrá, con solo dar un vistazo a lo que acontece en los países europeos, que nos llevan meses de experiencia en temas de pandemia.
Pero no debemos olvidar que la acción de las autoridades se complementa con la propia. No nos están obligando a salir; tampoco tenemos permiso para bajar la guardia y dejar a un lado la mascarilla, el gel desinfectante para manos, ni el distanciamiento. ¿Qué nos exime de la responsabilidad individual?
La creación de una cultura de prevención de riesgos comienza por cada uno, en los hogares y en las organizaciones. Si no comenzamos ya, el costo será demasiado alto. Los expertos advierten que el covid-19 podría llegar a convertirse en una enfermedad endémica y quedarse por muchos años más.
Tenemos el derecho de creer o no en la existencia de la pandemia, pero también tenemos el deber de respetar a los demás. El futuro se construye con las decisiones del presente, seamos responsables.