El joven presidente salvadoreño Nayib Bukele está marcando historia en el país vecino; logró tener control territorial casi absoluto respecto a la lucha contra las maras y pandillas; a tal grado, que según dicen, en las zonas antes inaccesibles para la misma autoridad, hoy el ciudadano deambula en absoluta libertad y confianza.
¿Parece cuento de hadas cierto? La realidad es que, si bien es cierto las medidas de seguridad han sido extremas y han dado resultados tangibles, también hay voces que denuncian serias violaciones a los derechos humanos y un resquebrajamiento de los debidos procesos que la ley manda.
En su primer periodo presidencial (2019-2024) el presidente Bukele se enfocó justamente en lo que desde su visión era el problema gigante del pequeño país: la inseguridad. A partir los resultados positivos se fue forjando la idea del continuismo que tuvo su materialización a través de la dudosa legalidad de la reelección que lo va a mantener en el poder al menos hasta el año 2029.
Según su discurso de aceptación al cargo, en este segundo periodo el enfoque será el desarrollo económico de El Salvador, país que sigue siendo pobre, con altos niveles de pobreza en su población, y aun con una deuda social considerable para los mas desposeídos. Todos lo creen capaz de cambiar este entorno...
Sin embargo, ese imán mediático, y los inobjetables resultados positivos de su gestión le han otorgado poder absoluto en el poder ejecutivo, sin ningún tipo de oposición en la Asamblea Nacional, y con jueces en el poder judicial que son afines a sus políticas de seguridad nacional.
En tal sentido un peligro inminente es justamente lo que puede desembocar a partir de la inexistente separación de poderes; siendo este factor la columna vertebral de todo estado de Derecho. Si no existen balances y contrapesos la historia es proclive a repetir que el poder corrompe y que la delgada línea de la legalidad siempre esta en peligro.
Miles de “bukelianos” en el continente americano añoran en sus propios países a gobernantes y lideres como Bukele; sin embargo, siempre estará la incertidumbre del futuro cuando ya no esté en el poder; ¿cambiará el sistema de verdad, o solo será un gran presidente recordado por su liderazgo, pero regresando todo a su estado original? El tiempo lo dirá.