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09:28 AM

A quién escuchar

  • 11 febrero 2024 /
Emy James

Viendo cualquier programa de antaño, uno se impresiona de la simplicidad de esos tiempos, la relativa tranquilidad con la que vivían esas personas, todavía en los 90 y principios de este siglo, las preocupaciones eran otras y se solucionaban con relativa serenidad.

No se escuchaba tanto sobre el estrés, ansiedad y demás síntomas que hoy son el pan nuestro de cada día. Una de las cosas que más sorprende y cada día más es el flujo ilimitado de información, la facilidad para obtenerla.

Entonces encontramos de todo en todos lados, con toda clase de gente hablando de mil cosas, pero particularmente, pareciera que existiera concretamente tres grupos; el grupo que insiste en que las cosas se sigan haciendo como se han venido haciendo, el grupo que invita a hacer cambios y el que no inspira nada en particular, que se limita a entretener.

¿A quién escuchar? Los que tenemos cierta manera de pensar, obviamente buscamos a la gente que está enseñando sobre este modo de ver las cosas, seguimos a los que piensan de una manera más o menos similar a la nuestra.

A veces nos cuesta entender cómo es que existen estos otros grupos que “predican” exactamente lo opuesto al nuestro. Quisiéramos poder estar todos en “en el mismo canal” porque las cosas serían mucho más fáciles. Pero muy difícilmente será así.

En redes sociales el tiempo se puede ir exageradamente rápido, tan infinito es el asunto que hasta da miedo, es exageradamente abrumador, preocupante, sobre todo por la gente más joven que pueden encontrar (y lo hacen muchos) cosas que no deberían encontrar, y ni qué decir de los niños que desde muy pequeños están ya expuestos a este torbellino interminable de contenido inapropiado en una buena mayoría de los casos.

Hace algún tiempo vi un documental “El dilema de las redes sociales” que realmente lo pone a uno a pensar en lo delicado del asunto. Por mencionar una sola cosa, por ejemplo; el impacto tan negativo que puede tener en la autoestima de los adolescentes.

Por el asunto de ese constante compararse con los “bellos” y “exitosos”, por un lado, por los comentarios hirientes que pueden recibir en sus publicaciones y que tal vez no sean así de graves, pero para una personita de esas edades en la que está buscando una identidad, pertenecer, pueden ser catastrófico. Una forma muy fácil de caer en depresiones y demás. Esto sin mencionar el peligro en el que ellos ingenuamente se ponen hablando con personas extrañas, a cualquier hora y en todo momento.

Pero volviendo a los mayorcitos, tomando en cuenta este remolino de divulgación y la tendencia a inclinarse hacia ciertas comunidades que son las más afines a nuestras creencias, me parece que sería de mucho beneficio de vez en cuando echar un vistazo a aquellas cosas de las que no conocemos mucho porque de eso se trata todo esto al final, de aprender. Y si nos encontramos en algún momento pensando y actuando un poquito diferente a como hemos acostumbrado a hacer, saber que quizás no sea del todo malo, al fin y al cabo “es de sabios cambiar de opinión”, ¿no es cierto?