Por: Isabel Kershner/The New York Times
HERZLIYA, Israel — Todas las mañanas, Shelly Shem Tov entraba en la habitación vacía de su hijo y recitaba el capítulo 20 del Libro bíblico de los Salmos, una antigua súplica de liberación.
Durante todo ese tiempo, ella ignoraba que su hijo, Omer Shem Tov, estaba recitando los mismos versículos del Salmo 20: “Que el Señor te responda en el día de tribulación”. Había adoptado el mismo ritual diario a unos 40 metros bajo tierra, solo, en un túnel de Hamas en Gaza.
Shem Tov tenía 20 años cuando hombres armados lo capturaron durante el ataque del 7 de octubre del 2023 al sur de Israel. Había crecido en un hogar mayoritariamente laico. Tras completar el servicio militar obligatorio, trabajaba de mesero para ganar dinero para un viaje a Sudamérica.
Fue capturado mientras huía del festival de música Nova, una fiesta rave a la que asistieron miles de personas cerca de la frontera con Gaza.
A los pocos días de su cautiverio, comenzó a hablar con Dios. Hizo votos. Bendijo toda la comida que le daban. Y tuvo peticiones, algunas de las cuales cree que fueron atendidas.
“Buscas algo en qué apoyarte, en qué aferrarte”, dijo Shem Tov en su casa familiar en Herzliya. “El primer lugar al que recurrí fue a Dios. Sentía una fuerza que me invadía.
“La fe me mantuvo”, dijo, y añadió: “Siempre creí que volvería a casa, aunque no sabía cómo ni cuándo”.
Finalmente fue liberado a fines de febrero como parte de un acuerdo de alto al fuego temporal tras 505 días en Gaza.
Reconexión espiritual
Shem Tov, quien cumplió 22 años en cautiverio, dijo que siempre había tenido fe, pero nunca había sido practicante de la religión. Muchos otros rehenes liberados también han hablado de encontrar consuelo y la fuerza para sobrevivir conectando o reconectando con Dios y recordando rituales judíos a menudo olvidados.
Eli Sharabi emergió demacrado tras 491 días de cautiverio para enterarse de que su esposa y sus dos hijas adolescentes habían muerto en el ataque del 7 de octubre. Contó cómo había recitado el Shemá Israel, una oración judía central, diariamente en el oscuro y húmedo espacio del túnel que compartía con otros rehenes, y había intentado cada víspera del sabbat hacer kidush, la bendición sobre el vino, aunque sólo tenían agua.
Al igual que varios otros familiares de rehenes, Shelly, la madre de Shem Tov, experimentó su propio viaje espiritual mientras su hijo estaba en Gaza. Comenzó a observar las reglas del sabbat. Un grupo de apoyo a las familias de los rehenes repartió tarjetas impresas con capítulos del Libro de los Salmos; el Salmo 20 era el que tenía el nombre de Omer.
Durante 27 días a principios del 2024, mientras Shem Tov se encontraba en un túnel de Hamas, podía oír a tropas israelíes sobre él.
Después de que se marcharon, contó que sus captores le trajeron algunos materiales de lectura que los soldados habían dejado, incluyendo literatura religiosa que los captores de Shem Tov le pidieron que descifrara, pensando que podrían ser instrucciones militares.
Entre los materiales, que los captores le permitieron conservar, se encontraba una tarjeta con el Salmo 20 impreso.
Una semana después de ser capturado, Shem Tov comentó que decidió mantener lo kosher en la medida de lo posible, comiendo o el queso o la carne enlatada cuando le daban ambos, de acuerdo con las leyes dietéticas judías que prohíben mezclar carne y lácteos. Le prometió a Dios que, si volvía a casa, rezaría a diario con “tefilín”, las pequeñas cajas de cuero que contienen escrituras y que los fieles se atan a la cabeza y a uno de los brazos para las oraciones matutinas.
En cierto momento, contó, estuvo sentado en una celda pequeña y sofocante durante 50 días, casi sin comida —tan sólo un bísquete al día y unas gotas de agua salada. Estaba completamente oscuro la mayor parte del tiempo. Como padecía asma, apenas podía respirar. Sus captores le trajeron un inhalador. Un día, al borde del colapso, le rogó a Dios que lo llevara a otro lugar —cualquier otro.
Diez minutos después, contó, llegaron los captores y lo trasladaron a una cámara subterránea más grande, con paredes de azulejos blancos y electricidad. “Era el paraíso” en comparación, dijo.
Shem Tov se aferró a su recién descubierta fe.
Ya en casa, Shem Tov, al igual que otros rehenes liberados, sigue recuperándose. Quiere estudiar actuación y recientemente regresó de una gira de conferencias por comunidades judías en Estados Unidos.
Y dijo que reza a diario en su habitación con tefilín.
©The New York Times Company 2025