Por: Choe Sang-Hun/The New York Times
Cuando Yoon Suk Yeol se postulaba a la Presidencia, llevaba la palabra “rey” escrita en la palma de su mano. Los surcoreanos lo desestimaron —y ridiculizaron— como un ritual chamánico que reflejaba su deseo de alcanzar el máximo cargo gubernamental.
Pero tras su investidura en mayo del 2022, no tardaron en ver una vena autoritaria en Yoon.
Con poco aviso, trasladó la oficina presidencial de la elegante Casa Azul a un sombrío edificio militar. Cuando cumplió 63 años en diciembre del 2023, su equipo de seguridad cantó canciones honrándolo como “un Presidente enviado del Cielo” y describiendo sus “845 mil 280 minutos” en el cargo hasta la fecha como “un tiempo bendecido”.
Dos meses después, un estudiante universitario que protestó la decisión de Yoon de recortar los presupuestos gubernamentales para investigación científica fue amordazado y sacado a rastras por los guardaespaldas del Presidente. Cuando los periodistas publicaron lo que él llamó “noticias falsas”, los fiscales allanaron sus casas y salas de redacción para recopilar pruebas.
Entonces Yoon cometió su error fatal: el 3 de diciembre declaró la ley marcial, amenazando un aspecto profundamente preciado de la vida surcoreana: la democracia.
Defensa ciudadana
Para los surcoreanos, la democracia nunca ha sido algo dado por hecho; se luchó por ella y se conquistó gracias a décadas de lucha contra líderes autoritarios a costa de tortura, encarcelamiento y derramamiento de sangre. Todos los grandes hitos políticos de Corea del Sur —el fin de la dictadura, la celebración de elecciones libres, la destitución de líderes abusivos— se lograron después de que la ciudadanía salió a las calles.
Así que cuando la gente vio a las tropas enviadas por Yoon asaltar la Asamblea Nacional para tomar la legislatura por la fuerza, su respuesta fue inmediata. Pero a diferencia de quienes lucharon contra la represión gubernamental entre las décadas de 1950 y 1980, los surcoreanos que protestaban en los últimos meses contaban con las instituciones democráticas de su lado.
La Constitución vigente, redactada en 1987 tras un gran levantamiento prodemocrático, otorgaba a la Asamblea Nacional la facultad de votar contra la ley marcial y someter a Presidentes a juicio político. El Tribunal Constitucional, creado bajo esa Constitución, podía decidir si destituía o restituía a un Presidente políticamente enjuiciado. Y los líderes electos democráticamente bajo esa Constitución encarcelaron a quienes previamente habían tomado el poder por la fuerza militar.
Las generaciones más jóvenes, incluyendo los paracaidistas militares que Yoon envió para tomar la Asamblea en diciembre, crecieron conociendo esa historia a través de películas taquilleras y novelistas como el premio Nobel Han Kang.
El 3 de diciembre, las tropas dudaron ante ciudadanos furiosos bloqueándoles el paso con las manos, dando tiempo a los legisladores, incluyendo algunos miembros del propio partido de Yoon, para reunirse y votar a favor de levantar su decreto de ley marcial. La Asamblea lo sometió a juicio político el 14 de diciembre.
El 4 de abril, los ocho jueces del Tribunal Constitucional, incluyendo los designados por Yoon o su partido, confirmaron por unanimidad ese juicio político, poniendo fin a su rebelión militar.
A pesar de su destitución, persiste la profunda polarización que condujo a la declaración de la ley marcial de Yoon. Es probable que la lucha partidista entre la izquierda y la derecha se intensifique en los próximos dos meses a medida que el País se acerca a elecciones presidenciales.
Pero los últimos cuatro meses también han demostrado la resiliencia de la democracia surcoreana.
Hasta la llegada de Yoon, pocos surcoreanos creían posible el regreso al régimen militar en su País, una democracia pacífica conocida mundialmente por sus autos, smartphones y novelas. Muchos de los que se unieron a las protestas que pedían la salida de Yoon en las últimas semanas dijeron que se habían sentido más orgullosos de su democracia que de sus exportaciones culturales, como la banda juvenil BTS o el éxito de Netflix “El Juego del Calamar”.
Cuando Yoon hirió ese orgullo, buscó una batalla que no pudo ganar. Durante los mítines, la gente compartía un video del ex Presidente Kim Dae-jung, figura icónica en la lucha por la democracia en Corea del Sur.
“La democracia no es gratis”, dijo Kim en el video. “Debes derramar sangre, sudor y lágrimas por ella”.
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