Por Hasya Nindita/The New York Times International
Malang, Indonesia — El camión rojo estaba adornado con luces de neón. Transportaba bocinas colocadas en una estructura de casi 4 metros de alto y 5 metros de ancho. Avanzaba lentamente por una estrecha calle de la aldea, al reproducir a todo volumen música folclórica javanesa mezclada con ritmos electrónicos. El bajo retumbaba en cada cuerpo a la vista.
“¡Esto es lo que llamamos horeg!”, gritó Aldi Ferdian, al usar una palabra javanesa que significa vibrar o sacudir. “Puedes sentir la vibración en el pecho”.
Era uno de 20 camiones alquilados por los residentes de Kranggan en agosto para un desfile del Día de la Independencia que recorrió varios kilómetros. Todos tenían bocinas alimentadas por generadores, emitiendo música ensordecedora durante horas. Cada camión era seguido por bailarinas, algunas luciendo kebayas tradicionales y niñas con disfraces de princesas de Disney.
En años recientes, la demanda de estos camiones —conocidos como horegs— se ha disparado en algunas zonas de la Provincia de Java Oriental, que forma parte de la isla más poblada de Indonesia y es hogar de más de 40 millones de personas. Estos camiones realzan festivales religiosos, feriados nacionales y reuniones familiares como bodas y circuncisiones.
“Los aldeanos tenemos opciones limitadas de entretenimiento”, expresó Aldi, de 24 años, quien viajó más de 800 kilómetros desde la Capital, Yakarta, para asistir al desfile. “Es por eso que esperamos con tanta ilusión eventos como este”.
La otra cara de las celebraciones
No obstante, las celebraciones pueden ser peligrosas. Se ha culpado a los horegs de romper tejas de los techos. Las multitudes han pisoteado cultivos. En agosto, un hombre murió tras caer de una torre de bocinas sobre la que bailaba.
En Ngajum, una aldea cerca de Kranggan, Sundar estaba preocupado por cómo reaccionaría su esposa postrada en cama con la música a todo volumen durante 12 horas. Ella había sufrido un derrame cerebral recientemente.
El ruido ese lunes era tan fuerte como un concierto de rock, al superar los 100 decibeles. La exposición prolongada a 80 decibeles o más es nociva, reporta la Organización Mundial de la Salud.
En julio, la sección local del Consejo de Ulemas de Indonesia, la máxima autoridad islámica del País, declaró que los horegs eran haram, es decir, prohibidos por el Islam. Tienen el potencial de ser dañinos para la salud, pueden ser un desperdicio de dinero ya menudo involucran multitudes de ebrias y bailarinas con atuendos provocativos, señaló.
Las autoridades regionales entonces establecieron un límite de sonido de 85 decibeles para los desfiles. Sin embargo, no ha bajado la demanda de los camiones. Hay cientos de operadores de horegs en la región de Malang, que incluyen a Kranggan, que cobran hasta 40 millones de rupias, o 2 mil 400 dólares, por noche.
Muzahidin fundó Brewog Audio en el 2018, al alquilar un camión pequeño. Ahora tiene 12 camiones con 100 empleados, casi todos reservados para el resto del año. Muzahidin, de 39 años, dijo que fabricó sus propios subwoofers, un componente clave de los sistemas de sonido. Más subwoofers significan más frecuencias graves.
Ahmad Abdul Aziz , de 29 años, ingeniero de sonido de Brewog Audio, dijo que los clientes a menudo exigían que la música se escuchara a un volumen alto.
“Si no está alta, no es horeg”, apuntó.
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