Por: Cade Metz/The New York Times
Una mañana reciente, toqué la puerta de una bonita casa de dos pisos en Redwood City, California. En segundos abrió la puerta un robot sin rostro, vestido con un unitardo beige que se ceñía a su esbelta cintura y sus largas piernas.
Este esbelto humanoide me saludó con lo que parecía ser un acento escandinavo, y le ofrecí un apretón de manos. Cuando nuestras palmas se encontraron, dijo: “Tengo un apretón firme”.
Cuando el propietario de la casa, un ingeniero noruego llamado Bernt Børnich, pidió agua embotellada, el robot giró, entró a la cocina y abrió el refrigerador con una mano.
La inteligencia artificial ya conduce automóviles, escribe ensayos e incluso escribe código computacional. Ahora, los humanoides, máquinas diseñadas para parecerse a los humanos e impulsadas por IA, están listos para mudarse a nuestros hogares para ayudar con las tareas cotidianas. Børnich es el director ejecutivo y fundador de una startup llamada 1X. Antes de fin de año, su compañía espera poner su robot, Neo, en más de 100 hogares en Silicon Valley y otros lugares.
Su startup figura entre las docenas de compañías que planean vender humanoides e introducirlos tanto en hogares como en empresas. Inversionistas han inyectado 7.2 mil millones de dólares en más de 50 startups desde el 2015, reporta PitchBook, una firma de investigación que sigue a la industria tecnológica. El frenesí humanoide alcanzó un nuevo pico el año pasado, cuando las inversiones superaron los 1.6 mil millones de dólares. Y eso sin incluir los miles de millones que Elon Musk y Tesla, su empresa de autos eléctricos, están invirtiendo en Optimus, un humanoide que empezaron a construir en el 2021.
Realidad virtual
El impulso hacia la mano de obra humanoide lleva años creciendo, alimentado por avances tanto en hardware robótico como en tecnologías de inteligencia artificial que permiten a los robots aprender nuevas habilidades rápidamente. Pero estos humanoides siguen siendo un espejismo hasta cierto punto. Durante años han circulado videos en internet mostrando la destreza de estas máquinas, pero muy a menudo son guiadas remotamente por humanos. Y tareas como cargar la lavavajillas distan mucho de ser sencillas para ellos.
Neo decía “Hola” con acento escandinavo porque lo operaba un técnico noruego en el sótano de la casa de Børnich. (La empresa pretende construir centros de llamadas donde quizás docenas de técnicos darían soporte a los robots).
El robot caminó solo por el comedor y la cocina. Pero el técnico habló por Neo y guió sus manos a distancia vía un casco de realidad virtual y dos palancas inalámbricas. Los robots aún están aprendiendo a sortear el mundo por sí solos. Y necesitan mucha ayuda para hacerlo. Al menos por ahora.
Al guiar a Neo por tareas domésticas, Børnich y su equipo pueden recopilar datos —vía cámaras y otros sensores en el propio robot— que muestran cómo se realizan estas tareas. Los ingenieros de 1X pueden usar estos datos para ampliar y mejorar las habilidades de Neo.
Así como ChatGPT puede aprender a redactar trabajos finales analizando texto extraído de internet, un robot puede aprender a limpiar ventanas identificando patrones en horas de video digital.
Mediante la venta de humanoides a casas, 1X espera recopilar enormes cantidades de datos que puedan mostrar a estos robots cómo manejar el caos de la vida diaria.
Primero, la empresa debe encontrar personas dispuestas a acoger en sus hogares una versión preliminar de una tecnología nueva y extraña —y a pagar por ella.
1X aún no ha fijado un precio para estas máquinas, que produce en su propia fábrica en Noruega. Construir un humanoide como Neo cuesta casi lo mismo que fabricar un auto pequeño: decenas de miles de dólares.
“Lo que vendemos es más un viaje que un destino”, dijo Børnich. “Va a ser un camino muy accidentado, pero Neo hará cosas realmente útiles”.
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