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Los achaques de la sexagenaria Revolución cubana

  • 29 diciembre 2018 /

El último país comunista de América Latina cumplirá el 1 de enero 60 años de su Revolución.

    La Habana, Cuba

    Reflotar una economía que hace aguas desde hace décadas, revertir el desencanto de quienes ya no se sienten representados por el sistema político y garantizar los derechos humanos, un espinoso tema que protagoniza las críticas hacia Cuba, son los retos de una Revolución que cumple 60 años.

    ANACRONISMO
    La libreta de abastecimiento: Quizá el mayor quebradero de cabeza del Gobierno cubano por su alto costo, en la isla se mantiene este vestigio de tiempos bélicos por el que la población recibe cada mes a precios testimoniales una -cada vez menor- cuota de alimentos básicos como arroz, aceite y huevos. Este subsidio es aún imprescindible para los sectores más pobres del país.

    La isla celebrará este hito el 1 de enero gobernada, por primera vez en seis décadas, por un presidente que no se apellida Castro: Miguel Díaz-Canel, de 58 años, asumió el cargo en abril pasado como primer atisbo de un inexorable relevo generacional que para los críticos es mero maquillaje, pero para otros ha dejado gestos prometedores en sus primeros meses en el poder.

    Este mes, por ejemplo, en una decisión sin precedentes, el Gobierno revertió o paralizó medidas sobre los sectores privado y cultural que habían provocado un fuerte malestar público.

    Los Comités de Defensa de la Revolución: Los “CDR” son organismos presentes en cada barrio creados en 1960 como sistema de vigilancia colectiva por Fidel Castro, quien los llamó “los ojos y oídos de la Revolución”. En la actualidad cumplen también labores sociales y de defensa civil en caso de desastres, aunque para los detractores del sistema siguen siendo meros centros de delación.

    Al mismo tiempo, el Parlamento aprobó este mes de diciembre el borrador de la nueva Constitución, que será sometida a referéndum en febrero, y que a juicio de Díaz-Canel garantizará “mayor inclusión, justicia e igualdad social”.

    El nuevo mandatario heredó dos retos fundamentales: hacer sostenible la economía del último país comunista de América, lastrado por un ineficiente sistema centralizado, y lograr respaldo popular para un Gobierno con presencia ya solo testimonial de la “generación histórica” que luchó en la Sierra Maestra.

    Dato
    El voto a mano alzada: En las elecciones municipales, los delegados del poder popular (concejales) son elegidos en cada barrio a mano alzada por sus vecinos. Según el Gobierno cubano, este sistema ilustra la representatividad democrática del sistema, pero son contadas las ocasiones en que ha logrado ser elegido un candidato independiente.

    Todo, frente a una población cada vez más envejecida y cuyos preparados jóvenes ven en la migración la salida más viable para buscar la prosperidad, desencantados de la política y los bajos sueldos estatales -30 dólares al mes como promedio-, ajenos a las encendidas dialécticas de la guerra fría y más familiarizados con las redes sociales que con las consignas revolucionarias.

    “El reto más urgente que tiene el Gobierno hoy es hacer sostenible su modelo económico. El reto más grande es político: afrontar las consecuencias para el sistema leninista unipartidista de implementar una transición integral a una economía mixta integrada”, señaló el analista cubanoamericano Arturo López-Levy, profesor de la Universidad de Minesota.

    Imagen de esos años de revolución captados juntos Raúl Castro y el “Che”, el 1 de enero de 1960.

    -Visión de desesperanza-

    El VI congreso del Partido Comunista aprobó en 2011 una serie de reformas, los denominados “lineamientos”, llamados a ser la aperturista piedra filosofal que lograse un “socialismo próspero”, pero siete años después la lentitud de su puesta en marcha pasa factura a la isla.

    “Posponiendo esos cambios urgentes, la generación histórica ha ganado tiempo hasta su desaparición física, pero lo ha perdido el país”, considera López-Levy.

    Una situación, a su juicio, que “ha ido abriendo espacios a una combinación peligrosa de desesperanza, corrupción y aumento de la desigualdad y la pobreza”.

    Y en medio de ese escenario se ha producido además el colapso de Venezuela, el principal aliado económico y político de Cuba, que ha visto reducidos a la mitad los envíos subsidiados de petróleo que recibía y lleva dos años en busca de proveedores alternativos a los que deberá pagar a precios de mercado.

    Pese a la lentitud de los cambios, las bases de esta controlada apertura económica que impulsó Raúl Castro durante sus dos mandatos (2008-2018) deben quedar recogidas en la nueva Constitución que irá a referendo en febrero próximo, y que por primera vez admite la necesidad de una inversión extranjera que aún llega con lentitud.

    Para el analista, “sin reforma económica el PCC está abocado a buscar nuevas fuentes de legitimidad que sustituyan la pérdida del carisma de la generación histórica y la falta de confianza de un número considerable de cubanos en la capacidad de la ideología oficial para proponer alternativas viables de solución a sus problemas cotidianos de vivienda, transporte, comida y trabajo”.

    -Relación con EEUU-

    Sesenta años después de la reforma agraria que acabó con el latifundismo, la isla importa entre el 60 y el 70% de los alimentos que consume, presenta un déficit de casi un millón de viviendas y, con un renqueante parque móvil que data de los años 50, tampoco ha logrado garantizar un sistema de transporte público eficiente.

    Esos asuntos son hoy los que más preocupan a la ciudadanía, que por otro lado tiene garantizadas la educación y la sanidad gratuitas, dos grandes banderas sociales de la Revolución pero que también se han deteriorado por la crisis económica.

    Cuba, además, celebrará seis décadas de Revolución en medio de renovadas tensiones con Estados Unidos: cuatro años después del celebrado “deshielo”, la Administración de Donald Trump ha paralizado el proceso y endurecido el embargo financiero, a la vez que exige mayor apertura democrática y avances en derechos humanos.

    La consecuencia más inmediata del enfriamiento con Washington ha sido la vuelta a la retórica de trinchera de un país que sigue defendiendo con ahínco su soberanía y el regreso, contra todo pronóstico, de las aspiraciones comunistas al borrador de la nueva Constitución.

    Aún así, López-Levy cree que se trata de “un asunto menor” frente a otras novedades incluidas en la futura Carta Magna como el reconocimiento de la propiedad privada o la limitación de mandatos presidenciales, pero a la vez, “es una oportunidad perdida para que el PCC se moviera a una definición ideológica mas plural, amplia y flexible”.

    Recientemente la Unión Europea optó por normalizar sus relaciones con Cuba, desmarcándose de la nueva política hostil del estadounidense Donald Trump.

    - Mirada a Europa -

    “América Latina zona de paz” es su bandera, mientras en el continente renace una oleada de gobiernos derechistas tras la muerte de dos grandes líderes regionales: Fidel Castro (1926-2016) y Hugo Chávez (1954-2013).

    Cuba cerró filas con Venezuela, Bolivia y Nicaragua, que resisten fuertes presiones de Washington, y llamó a construir un frente amplio que reúna a fuerzas de izquierda y progresistas, movimientos sociales, para enfrentar los desafíos. Un escenario hostil donde Cuba se mueve con la experiencia de seis décadas.