15/05/2025
02:29 AM

Seis meses después: Haití sigue paralizado

Varios hombres con machetes fueron a buscar a Menmen Villase, embarazada de nueve meses, la arrojaron al suelo y rasgaron la carpa de plástico que la cubría a ella y sus cuatro hijos.

El sol escocia en la rocosa llanura de cactus cuando varios hombres con machetes fueron a buscar a Menmen Villase, embarazada de nueve meses, la arrojaron al suelo y rasgaron la carpa de plástico que la cubría a ella y sus cuatro hijos.

La familia era una más de las miles que han quedado sin techo y que han venido a estos cañaverales abandonados entre el mar y las montañas al norte de Puerto Príncipe, buscando refugio de los abarrotados campos de refugiados. La construcción en esta zona ha sido destinada para crear un nuevo Haití. Villase se topó con uno de los muchos enfrentamientos por la tierra, comunes en la historia de esclavitud, ocupación y agitación de Haití, que han servido para desacelerar la recuperación hasta casi un punto muerto en los seis meses desde que un terremoto destrozó la capital y mató hasta 300 mil personas.

El gobierno, que ya era débil antes del sismo magnitud 7, está intentado construir en nuevos lugares como Corail-Cesselesse, una franja de tierra casi vacía que empieza a unos 15 kilómetros al norte de la capital. El esfuerzo se ha visto paralizado por la desorganización, las rivalidades y los acuerdos privados realizados a escondidas.

Múltiples familias reivindican ser dueñas de casi cada pedazo de construcción. Los dueños ricos de terrenos aseguran que el “nuevo Haití” se convertirá de nuevo en otra barriada pobre si el gobierno no reconstruye siguiendo sus pautas. Y la gente sin techo se encuentra en medio de la controversia, intentando arrebatar un pedazo de terreno a los matones contratados para expulsarlos.

Después del desastre, Puerto Príncipe empezó a salir a las calles. Las casas, que aún colapsaban, se convirtieron en trampas mortales. Campos de refugiados nacieron como setas en plazas, parques y campos de golf. Los cadáveres se acumulaban en todas partes, bajo sábanas, cartones o nada. Camiones de todo tipo recogieron la mayoría de cuerpos las semanas después. Otros fueron quemados.

Pero los aproximadamente 20 millones de metros cúbicos de basura siguen en las calles. El número de personas en campos de refugiados se ha casi duplicado a 1.6 millones. La mayor parte de los 3,100 millones de dólares prometidos en ayuda humanitaria han ido a hospitales, carpas de plástico, vendas, comida, salarios, transporte y trabajadores para tareas de reconstrucción. Hay cientos de millones por gastar, pero agencias como la Cruz Roja Americana dicen que no quieren invertir en proyectos que no finalizarán.

Los trabajadores de los equipos de emergencia dicen que el dinero gastado ayudó a prevenir epidemias, inundaciones y violencia política, además de distribuir alimentos y otros productos esenciales.

Muchos haitianos no tenían agua potable y electricidad antes del terremoto, y aún no la tienen.

La policía y los cascos azules de la ONU vuelven a patrullar. El crimen ha aumentado, con ataques a campos de refugiados que siembran el terror entre miles. Sin embargo, la violencia es mucho menor que cuando soldados de la ONU llegaron a la isla hace seis años.
Pero aparte de intentar saciar las necesidades más básicas de la gente, poco ha ocurrido.