05/12/2025
05:31 PM

Sastrerías, talabarterías y los cibercafés, negocios en declive

San Pedro Sula, Honduras.

Sastrerías, talabarterías y cibercafés son los negocios que debido a diferentes factores han sido diezmados en la capital industrial en los últimos años.

Los costureros recuerdan la “época de oro” en la que los sampedranos acudían a las sastrerías para pedir la confección de un buen traje o un pantalón.

Para la mayoría de aquellos que aún se dedican a este oficio los ingresos son generados por los trabajos de remiendo, ruedo y ajuste.

Selvin Serrano (36) se dedica desde los 14 años a la sastrería y afirma que el negocio ha sufrido un cambio rotundo en la última década.

“El cambio se debe a que el país pasa por una crisis general desde hace años. Llegaron los “agachones” y la gente por ahorrar se volcó completamente a comprar ropa usada. Recuerdo la última época donde sí teníamos una gran demanda. Esos fueron los años noventa. En aquellos días los sastres aún abundábamos y yo hacía imitaciones de pantalones de marca mientras la economía estaba mejor. Tenía cuatro personas trabajando conmigo. Hoy solo soy yo y a veces alguien más me ayuda”, expresa.

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Gumercindo Ortega corta el cuero para elaborar una faja.
Serrano agrega que la falta de aprendices también “golpeó el arte de la confección. La mayoría de sastres sobreviven de remiendos y ruedos.

“En aquellos años abundaban los muchachos que querían aprender a costurar. La falta de educación nos ha afectado como nación. No hemos quebrado por las reparaciones menores y por los ajustes que la juventud le hace a sus uniformes en los colegios y por las empresas. Los que confiamos en Dios creemos que todo mejorará”, manifiesta.

Gumercindo Ortega Aguilar (61) se inició como talabartero a los 16 años.

Coincide en que los años noventa fue también el último lapso de gloria para ese rubro que consiste en la creación de fajas, carteras, monturas y otros artículos de cuero real.

“Entre las cosas que afectaron a este oficio están la falta de jóvenes que deseen aprender, la nula producción de cuero de calidad en el país y la importación de artículos de cuerina de otros países. En la ciudad hay menos de cinco talabarterías que se dedican a la elaboración y hay algunas que revenden.

En los años noventa tenía ocho ayudantes y cada uno hacía un trabajo especializado, se vendía, y la gente mandaba a hacer sus fajas. Hoy solo mi hijo aprende de este trabajo y hay una clientela seleccionada”, refiere.

Este cibercafé está vacío.
Recuerdos

Los cibercafés son un reflejo de lo que fueron en el principio de este siglo, según sus propietarios.

Lesbia Hernández es dueña de un cibercafé en el barrio Guamilito y recuerda los años en que esta zona estaba llena de negocios.

“Antes tenía 14 máquinas para los usuarios. Ahora solo tengo siete. Tuvimos que prestar servicios secretariales, fotocopias y venta de artículos para subsistir. Yo vendo lotería y doy asesorías para llenar formularios de la DEI, IP y la Municipalidad”.

Roberto Paz recuerda también cuando su café Internet llamado “The roof” era la sensación de la cuadra.

“Mi negocio en el año 2002 era de dos plantas y tenía 25 máquinas funcionando. Hoy tengo unas cuantas. Funcionamos debido a que brindamos servicio de fotocopias y reparación y venta de computadoras. Si no diéramos mantenimiento a nuestro propio equipo ya hubiéramos quebrado. Considero que todos los cafés que aún existen es debido a que sus dueños brindan los mismos servicios y saben reparar sus computadoras, pues muchos otros tuvieron que cerrar hace años”, cuenta Paz.