Enamorado de la vida y entregado totalmente en cada proyecto que emprende, José Alfredo Mayes es un actor sampedrano que con casi 10 años de carrera artística se encuentra cosechando mucho éxito gracias a su personaje dentro de la obra de teatro La tía de Carlos que produce el Círculo Teatral. Él interpreta a un joven que por enredos del destino y ocurrencias de dos de sus amigos se ve obligado a vestirse de mujer para lograr sostener una mentira.
Actúo desde 2007. Mi primera aparición en teatro fue en el musical de Vaselina con el grupo Café Teatral, una experiencia gratificante y de mucho reto porque me dieron el protagónico. En ese momento lo que yo buscaba era ser parte del elenco de bailarines, pero al final gané ese personaje.
Mi primer amor fue el baile, porque de pequeño lo hacía todo el tiempo, ya que mis papás siempre nos fomentaron el amor al arte. Recuerdo que la primer obra que miré fue un musical que se llamaba Se busca un tenor y me gustó mucho; pero la verdad nunca me imaginé arriba de un escenario.
Muchas. Son vivencias que me han hecho muy afortunado. Me alejé un tiempo por motivos de estudio, pero en 2013 regresé con otro grupo que no era Café Teatral tampoco el Círculo. Vuelvo a participar otra vez en Vaselina, pero en esta ocasión no como protagonista, sino que como parte de los personajes de reparto.
Mi debut con el Círculo fue en 2015 con la obra Arsénico y encaje antiguo. Fue un personaje secundario y desde ese momento quise quedarme. Ahorita estoy en La tía de Carlos, mi segunda obra aquí.
Sin duda. En mi corta carrera es lo más complicado que he hecho, no por el hecho de vestirme de mujer, sino por hacer que los espectadores noten la transición que existe de Lord Fancourt Babberley, mi personaje como tal, a doña Lucía D’Alvadorez, la verdadera tía de Carlos.
Sería bueno buscar algo fuera, pero es un proyecto a largo plazo. Me he dado cuenta que también puedo cantar, así que seguramente es algo en lo que más adelante vaya a incursionar. Ahorita definitivamente estoy concentrado en La tía de Carlos.
Que sean excéntricos e incoherentes, porque en el escenario todo toma sentido. Cuando actuamos debemos prestarle nuestro cuerpo al personaje que estamos personificando.