22/05/2025
07:52 AM

No quería que se fuera; se fue para siempre

El dolor de la familia y amigos de Julián Sánchez Benítez fue profundo y evidente, igual que la impotencia por haber perdido a un hijo, un hermano, un compañero, que sólo quería un empleo.

Los gritos eran desgarradores. El dolor de la familia y amigos de Julián Sánchez Benítez fue profundo y evidente, igual que la impotencia por haber perdido a un hijo, un hermano, un compañero, que sólo quería un empleo.

El sol ardiente del mediodía de ayer en Choloma hizo arder también los corazones de centenares de personas que acompañaron el cuerpo sin vida del adolescente de 17 años que soñaba con un mejor futuro para su familia y estaba convencido de que bajo ese mismo sol, en trabajos de albañilería, no lo podía lograr.

El estudiante de secundaria es el más joven de los hondureños asesinados en la repudiable masacre de migrantes en San Fernando, Tamaulipas, México.

En el adiós hubo llanto y desmayos, pero también voces de protesta de una generación de jóvenes que no sólo comparten una cancha de fútbol, sino la misma pobreza que los aleja de las oportunidades de tener un futuro esperanzador en la tierra que los vio nacer.

Todo por un empleo...

No hizo planes y todo fue a la carrera. La ilusión se le cruzó por la cabeza y la emoción le ganó, por lo que emprendió el camino del “sueño americano” con un primo y otro amigo, de quienes se desconoce su paradero.

Su padre del mismo nombre, Julián Sánchez, expresó que ni siquiera se pudo despedir de su vástago menor porque éste le ocultó que se iba, según sus parientes.

El joven quería sorprender a su papá para bien, sin imaginar que su sueño se iba a convertir en la peor pesadilla para toda su familia. Su madre Juana Benítez tampoco no lo pudo detener; pudo más la ambición de un mejor mañana y no pensó en el riesgo que corría su vida.

La madre estaba perdida en el dolor. Los ojos se secaron de tanto llorar y se desmayó cuando le daba a su hijo el último adiós. Su novia también estaba hundida en el tormento.

En su llanto pedía a Julián que volviera, pero con vida. “No quería que se fuera y se fue para siempre”, repetía con pesar.

A sus amigos del equipo de fútbol, el Club Deportivo 7 de Septiembre, de la colonia Edilberto Zolano, del sector López Arellano, no les dio tiempo de hacerlo cambiar de opinión.

“De repente nos dijo que se iba”, dijo con la voz cortada su amigo César Contreras.

Exigen oportunidades

Los jóvenes que todos los domingos por la tarde jugaban con él llevaron pancartas al sepelio.

“Me fui el 7 de agosto por falta de empleo y en busca de un futuro mejor”, se leía en una pancarta elaborada junto a una foto de Julián en la que sale sembrando un árbol, en actividades que hacía en el colegio.

“Era un joven muy activo. Excelente alumno, pero la situación económica lo desesperó y se fue porque quería trabajar. Necesitamos oportunidades de empleo. Los menores de 18 años no encuentran oportunidades y a los mayores de 35 se les cierran las puertas. El Gobierno debe responder. Que esto no quede en el protocolo. Las organizaciones internacionales también tienen que ver la necesidad en Honduras. Que pare la delincuencia y la migración”, expresó su maestro, José Rubio.

Los amigos y compañeros de Julián del centro técnico Amanecer de ese sector, donde cursaba el tercer año de ciclo, entre el dolor, le exigieron también al gobierno de Porfirio Lobo Sosa que procure trabajar para crear más oportunidades. Lo expresaron sencillamente en un mensaje general en pancartas que escribieron con dolor:

“Los compañeros no queremos emigración, queremos empleos justos”.