24/11/2025
07:56 PM

'Ni El Papa creería adónde nació el obispo de Yoro”, dice su familia

El religioso Héctor García es el orgullo de la recóndita aldea La Veta de Concepción de María, Choluteca.

Choluteca, Honduras.

Un adagio popular dice “al nacer nadie sabe qué destino le ha preparado Dios en esta vida” y un perfecto ejemplo de esto es la historia del nuevo obispo de la Diócesis de Yoro, Héctor David García Osorio, quien proviene de la humilde y recóndita aldea La Veta del municipio de Concepción de María en Choluteca.

El pueblo está escondido entre las montañas de Honduras, tan lejos que colinda con Nicaragua, por lo que en la comunidad son frecuentes los matrimonios entre habitantes de estos dos países.

Un equipo periodístico de Diario LA PRENSA se trasladó hasta el retirado poblado para conocer a la familia y el lugar de origen del nuevo encargado de la diócesis hondureña número cinco.

Ni el papa Francisco creería adónde nació el obispo de Yoro, Héctor”, dijo sonriente María Osorio (73), madre del religioso hondureño.

El alumbramiento del ahora obispo no fue en un hospital o clínica, pues la aldea La Veta está demasiado lejana de estos servicios médicos y el acceso al pueblo es un largo y deteriorado camino de tierra.

“Él nació en nuestra casa, que entonces era de madera, y el parto lo atendió su abuela paterna que podía hacer de partera”, explicó la madre.

La niñez de Héctor fue como la de los demás pequeños de la aldea, por lo que nadie habría imaginado que aquel pequeño podría llegar a ser un personaje tan reconocido.

Estudió en la escuela Lempira, que está en La Veta de Concepción de María.

Además solía ir con su padre, Visitación García (76), a trabajar al campo para cultivar maíz, frijol y caña; pero desde joven, los sacerdotes de la zona descubrieron la vocación de Héctor, cuando él recién había empezado el colegio. “Nos dijeron que le permitiéramos ir a estudiar. La Iglesia se encargó de todos los gastos de sus estudios, le dieron techo y comida. Hoy es el orgullo de la aldea y de todo el municipio de Concepción de María”, indicó el padre del religioso.

Cuando el ahora obispo inició sus estudios como seminarista tenía que viajar en bus desde Choluteca y luego caminar una hora y media para poder visitar a su familia, ya que el camino para carros que llega hasta la aldea se hizo después del huracán Mitch de 1998.

Cada paso que Héctor avanzaba en su camino era un logro increíble para sus parientes y todos sus conocidos en la aldea.

Nada es imposible

La máxima alegría llegó cuando se dio a conocer públicamente que el papa Francisco lo nombró como nuevo obispo de la Diócesis de Yoro.

“La gente de toda la comunidad venía a la casa y lloraba junto conmigo de alegría cuando se supo la noticia”, declaró la madre de Héctor.

El padre del obispo resalta el reconocimiento al trabajo de su hijo. “Nosotros solo conocimos las escuelas por afuera, pero él llegó lejos. Es una felicidad para el pueblo ver que alguien de esta comunidad tan pobre se convirtió en una gran personalidad de la Iglesia. Dios lo guio”, dijo el progenitor.

Tanto fue el impacto por el nombramiento de Héctor como obispo, que en la comunidad se pusieron a disposición buses para viajar a El Progreso, Yoro, en los que los habitantes del lugar viajaron a presenciar la ordenación del religioso.

El valor de la humildad

Los padres del obispo de Yoro aún viven en el mismo terreno, pero ahora su casa es de cemento, madera y tejas.

“De aquí no nos vamos. Nacimos en esta aldea, crecimos en ella y queremos pasar nuestros últimos días en este lugar”, dijo la madre del prelado.

Su familia destacó la ayuda que les brinda Héctor, encargándose de los aportes médicos de sus padres y de enviarles ayuda para todos sus gastos.

En el pueblo no hay señal de celular, por lo que el obispo prácticamente solo habla con sus parientes cuando los llega a visitar y se queda a dormir.

Lucas, hermano del religioso, indicó que en la aldea es todo un sucedo cuando llega el obispo, pues todos quieren llegar a saludarlo.

También recordó que de pequeños les gustaba jugar “cucumbé” (a las escondidas), fútbol y beisbol con pelotas hechas de viejos calcetines.

Como todos hermanos, de vez en cuando peleaban y eran castigados por sus padres.

“Mi hermano no ha cambiado, sigue siendo humilde y le gusta platicar con toda la gente. Cuando viene yo le cuento las novedades del pueblo”, dijo entre risas Lucas.

La Veta es una de las 33 aldeas que hay en Concepción de María, que además tiene 130 caseríos. El municipio está a 329 metros sobre el nivel del mar. En el pueblo de La Veta la mayoría de la población se dedica a la agricultura.

Muchos de ellos solo cultivan para su propio consumo, pues debido a las pequeñas parcelas no tienen producción suficiente para vender.

La mayoría de pobladores que quieren trasladarse a la ciudad deben ir hasta el centro de Concepción de María para tomar un bus.

“Ahora todos saben que existe La Veta, gracias a nuestro hijo, el obispo”, dijo la madre del religioso Héctor García.