13/07/2025
05:27 AM

Don Roberto el vendedor

Guadalupe Paredes y sus hijos Rubén, Martha, y Cecilia iban para la aldea de Suyapa por la ruta de San Felipe en la capital de Honduras. Se aproximaba el día de la virgen morena y para evitar las aglomeraciones doña Lupita decidió ir a pagar una promesa con sus hijos.

    Guadalupe Paredes y sus hijos Rubén, Martha, y Cecilia iban para la aldea de Suyapa por la ruta de San Felipe en la capital de Honduras. Se aproximaba el día de la virgen morena y para evitar las aglomeraciones doña Lupita decidió ir a pagar una promesa con sus hijos.

    Al llegar a un sitio donde habían construido una cabaña con una gran cruz en medio, se sentaron a descansar. La cruz estaba cubierta en su pedestal por una gran cantidad de piedras que los viajeros arrojaban en la creencia de que esa acción les acortaba el camino hacia Suyapa.

    Aquélla era la cruz que se festejaba el día tres de mayo, la que servía de descanso para los viajeros, la que acortaba el camino y que además era el enlace entre los vivos y los muertos debido a la creencia que al arrojar una piedra en la base de la cruz se salvaba un alma en pena. Lupita y sus muchachos después de un ligero descanso emprendieron la marcha hacia Suyapita por los viejos caminos y los llamados desechos, pequeñas veredas que en verdad acortaban la travesía.

    La señora contaba a sus hijos el primer accidente automovilístico registrado en la ruta hacia Suyapa, un carro perteneciente a una panadería se había estrellado en el puente cercano a la aldea, muy cerca de donde hoy se levanta la Ciudad Universitaria.

    La pequeña Cecilia de cinco años de edad le dijo a su mamá que tenía hambre, tomaron otro descanso para comerse una burra con frijolitos fritos, huevo duro y una pequeña porción de queso sin faltar el cumbo de agua que se llevaba al viajar a pie.

    Comiendo estaban cuando apareció un señor amigo de doña Guadalupe.

    -Vaya....vaya....vaya........si es Lupe.

    -Don Roberto, y usted qué anda haciendo por aquí....

    -Vengo de ver a la virgencita de Suyapa y de paso vendí algunas cositas.

    -Qué alegría verlo...........vaya, niños, saluden a don Roberto.

    -Los niños saludaron al señor que llevaba un maletín repleto de agujas, perfumes, aritos, polvos, calcetines y otros artículos.

    -¿Así que viene de visitar a la Virgencita?.........

    -Así es, es más, vengo de pagarle una promesa.

    -Dicen que hay que pagar las promesas que se hacen a los santos para no quedar penando si uno se muere.

    -Así es Lupita, por eso me apresuré a cumplir con lo prometido.

    Doña Guadalupe sacó de una canasta otro burra con frijolitos fritos y se la dio al vendedor.

    - Coma con nosotros don Roberto.

    - Dicen que más vale llegar a tiempo que ser convidado je,je,je,je.....

    El buen señor se despidió de doña Lupe y de sus hijos, quienes emprendieron el camino para ir a ver a la Virgencita patrona de los hondureños. Pasaron por el viejo puente y la señora señalando con su índice dijo:

    -Aquí pegó el panadero y cayó abajo.....cuentan que se mataron dos personas en el accidente.

    Los niños estuvieron contemplando el lugar, había una pequeña curva antes de llegar al puente por donde se precipitó el carro del panadero, posiblemente en su imaginación los niños recrearon la escena.

    Finalmente llegaron a la iglesia de Suyapa, había poca gente en su interior, al llegar al portón todos se arrodillaron. Después del oficio religioso la noble señora salió con sus hijos para ir a comer a la quebrada que corre por la aldea.

    Ahí almorzaron y platicaron con una señora de nombre Ana. Doña Guadalupe le comentó que habían encontrado a don Roberto el vendedor; al escuchar el relato doña Ana se llevó las manos a la cabeza y con voz suave le dijo.

    -No quiero que me escuchen sus hijos, pero a don Beto lo mataron hace siete días por robarle; no es posible que lo hayan encontrado.

    Cuando doña Guadalupe regresó a su casa con sus hijos estaba muy impresionada, jamás pensó que aquel señor, ya difunto, se le apareciera a ella y a los niños.

    Por la noche elevó sus plegaria por el descanso del alma de don Beto.

    A las ocho de la noche los niños se había dormido , a las once de la noche la señora escuchó unos pasos en la pequeña sala, luego sintió que alguien entraba en su habitación y se sentaba en su cama.

    -Don Beto....¿e....e.... es usted?

    -Una voz profunda respondió

    -Sí .......soy yo.

    -Qué quieere.........por qué anda penando.

    -Lléveme cuatro velas blancas de las grande a la Virgen de Suyapa, dígale que así cumplo la promesa que le hice...........A mí me asesinó Douglas, el chofer que vive en la esquina; mañana en la noche vendré a llevarlo......Oiga lo que oiga no salga de su casa.

    Al siguiente día doña Guadalupe fue a la iglesia de Suyapa rezó por el difunto y colocó las cuatro velas blancas frente al altar mayor.

    En horas de la noche doña Guadalupe sintió un fuerte viento y un olor a podrido, varias tejas del techo de su casa se cayeron y minutos después se escucharon unos gritos aterradores en la casa de la esquina, ninguna de los vecinos salió a averiguar lo que sucedía.

    El olor a carne podrida se hizo más fuerte y el viento azotó todas las casas del lugar.

    Cuentan que el chofer llamado Douglas apareció muerto en la sala de su casa, le faltaban los ojos e increíblemente su cuerpo estaba rodeado de gusanos.

    Sólo doña Guadalupe supo que don Roberto el vendedor había venido a vengarse desde el más allá.