18/04/2024
10:16 PM

Los tesoros que el cólera dejó

Las ruinas de un templo colonial en Viejo Celilac parecen contar la historia de la peste del cólera que aniquiló a la población de ese lugar a finales del siglo antepasado.

Las ruinas de un templo colonial en Viejo Celilac parecen contar la historia de la peste del cólera que aniquiló a la población de ese lugar a finales del siglo antepasado.

El río Jicatuyo, contaminado por el mortal virus, transportaba en sus aguas la muerte y dejó a su paso aniquilada la población de lencas que se había asentado en sus riberas.

Los pocos sobrevivientes que quedaron en San Pedro Celilac, como se llamaba en ese entonces, emigraron a la cercana comunidad de Tuliapa cargando lo que pudieron rescatar del templo, según los relatos que se han transmitido de una a otra generación. Tuliapa es lo que ahora se conoce como Nuevo Celilac, una comunidad que guarda las tradiciones indígenas como uno de los tesoros rescatados también después de la tragedia.

Comarca fantasma

San Pedro Celilac quedó convertida en una comarca fantasma donde las ruinas del templo parecen dar la bienvenida a los pocos visitantes que entran por el lado de San Nicolás, Santa Bárbara. El tiempo no ha podido borrar completamente algunos rasgos de la belleza que en sus mejores tiempos tuvo el templo, construido alrededor de 1800.

Un centenario árbol de guanacaste parece vigilar las ruinas del templo ante la indiferencia de las autoridades, que no han hecho nada por detener su deterioro, aunque el Instituto Hondureño de Antropología e Historia lo ha declarado patrimonio cultural del país.

Dolores Interiano, uno de los pocos vecinos que vive en Viejo Celilac, dice que cuando él llegó en 1940 a la comunidad, el templo ya estaba en ruinas, pero conservaba sus principales rasgos. Mientras araba la tierra, siendo todavía un cipote, encontró vestigios dejados por los extintos pobladores, como vasijas de barro y piedras de moler maíz, recuerda.

De la peste del cólera sabe lo que escuchaba de su padre: que los pobladores caían uno tras otro porque seguían tomando agua del río sin saber que era lo que estaba provocando la mortandad.

Los indígenas atribuían aquel fenómeno a un castigo de Dios porque la comunidad se había llenado de brujos que ponían en precario los preceptos de la región católica, según dijo Interiano. No sabían que la enfermedad que les provocaba fuertes vómitos y diarreas hasta terminar con sus vidas era el cólera morbus que hizo estragos entre los años de 1835 y 1837 también en los otros países de la región a causa de la contaminación de los ríos.

Reliquia

La iglesia de San Pedro Celilac era la más hermosa de los alrededores con los retablos de sus santos incrustados en el frontispicio y un tesoro de reliquias religiosas en su interior, según los relatos que el tiempo ha ido añejando en la boca de los vecinos.

Las fuertes lluvias que azotaron a la comunidad durante la época del cólera pusieron también su cuota de destrucción, dejando en pie solamente el templo que el tiempo se encargó de convertir en ruinas.

Iglesia saqueada

Las reliquias traídas del templo en ruinas a la iglesia de Nuevo Celilac despertaron la codicia de los paganos, que no tardaron en sustraer piezas valiosas. El encargado de cuidar la iglesia, José Luis Aguilar, calcula que ésta ha sido saqueada por lo menos unas diez veces.
De la iglesia desapareció hasta una sotana con hilos de oro y un Cristo de plata conocido como el Cristo de las ánimas porque era usado para acompañar a los dolientes cuando había un difunto en el pueblo, agregó.

A raíz de los constantes saqueos, los vecinos decidieron guardar en un lugar secreto lo que aún quedaba de valor material en la iglesia. Algunos vecinos dicen que los objetos fueron enterrados y que solamente tres personas sabían dónde, dos de las cuales ya fallecieron.
Aún quedan en la iglesia de Nuevo Celilac objetos que tienen un gran valor histórico, como las campanas fundidas en 1847 y tres misales o libros en latín que contienen el orden y modo de celebrar la misa, uno de ellos fechado en 1751.

A los saqueadores no les interesaron, porque sólo tienen valor para la historia.

Cómo llegar

En 1888, el gobernador del departamento faculta a la Municipalidad de Colinas para que organice el nuevo municipio a solicitud de las comunidades de San Pedro Celilac, Jaleapa, El Pinal y Tuliapa, según el acta que está en la Alcaldía.

La mayoría de los vecinos de la desaparecida comunidad de San Pedro Celilac prefirieron asentarse en una parte más alta de la geografía, fuera del alcance del río, convirtiendo a Nueva Celilac en un nuevo municipio donde atesorar su cultura.

Al trasladar los enseres del destruido templo a la iglesia de la nueva cabecera municipal, ésta se convirtió casi en museo.

Lámparas de techo que habían sido traídas de España, joyas valiosas y varios objetos de oro formaban aquel tesoro rescatado de los restos del antiguo templo.

Episodio

Los vecinos de Nuevo Celilac recuerdan que hubo un alcalde que fue acusado de haber sustraído objetos de valor de la iglesia, incluyendo una copa de plata usada por los sacerdotes durante la misa.

Se trata de Álvaro Interiano Paz, a quien los pobladores le quemaron la casa porque se negó a que se la registraran. El hecho ocurrió hace más de treinta años.