La ruta del Chamelecón: imágenes de dron de su encuentro con el Caribe
Desde el aire, las imágenes de LA PRENSA revelan el trazo turbio del río Chamelecón abriéndose al Caribe: una lengua de desechos invade la desembocadura y se extiende sobre las playas del litoral norte, dejando un rastro de plástico, espuma y mal olor donde antes había mar abierto.
- 14 de octubre de 2025 a las 11:26 -
Al desembocar en el mar Caribe, el río Chamelecón fluye hacia el oeste, es decir, hacia las playas en las comunidades de Travesía, Bajamar y El Faro, entre otras cercanas. Estas son las playas más amplias y bellas de Puerto Cortés y se localizan al norte de la península, pero por su cercanía al río, reciben la mayor carga de basura que baja con el afluente.
El Chamelecón desemboca en el Caribe y su pluma de agua dulce puede abarcar decenas de kilómetros mar adentro; en crecidas y con los vientos y corrientes de cada estación, esa mancha superficial puede viajar más de 100 km a lo largo de la costa del Golfo de Honduras. Esta es la zona porteña, adonde se ve el color del agua del Chamelecón tiñendo de marrón el mar.
Para un río como el Chamelecón en el Golfo de Honduras, la pluma fluvial (penetración del río en el mar al desembocar) en su zona cercana a la boca, suele extenderse pocos a ~10–30 km mar adentro en la capa superficial (los primeros metros). Esta es la comunidad de la barra del Chamelecón. A pocos kilómetros al este sale también el río Ulúa.
Antes de salir al mar, el Chamelecón recorre el occidente y norte de Honduras durante más de 200 kilómetros. Nace en Copán, pasa por el norte de Santa Bárbara y a la mitad de Cortés asciende hacia el norte pasando por San Pedro Sula, Villanueva, La Lima, Choloma y Puerto Cortés.
Menos de 10 kilómetros separan las salidas al mar de los ríos Ulúa y Chamelecón. La pluma fluvial del Chamelecón se desplaza hacia el oeste, mientras que la del Ulía vira al este. Algunos de sus desechos llegan a las playas de Río Tinto y Tela.
Una toma desde arriba en la playa entre Bajamar y Travesía. Un pescador logra extraer varios peces con lanzar el hilo de su caña de pescar. A un costado la playa en la que se aprecian algunos desechos plásticos y orgánicos.
Tres niños de la comunidad de Bajamar nadan y juegan en lo que fue su playa. El agua les llega a los tobillos y en algunos casos a la rodilla. Esa aldea garífuna es el símbolo del impacto del cambio climático en Honduras donde la erosión costera dejó su su hermosa playa a gran parte de la comunidad.
Desde más arriba, la franja de desechos no se nota. Se espera que en temporada de frentes fríos, la situación merme, ya que los vientos del norte mueven las corrientes y aumentan el oleaje llevándose lo que hoy el río desechó.
En Semana Santa, el verano y los feriados, las playas de Travesía y Bajamar son muy visitadas porque sus playas son de aguas tranquilas y no son profundas. En esa época, la cantidad de basura que emana desde la cuenca disminuye considerablemente haciendo el paisaje propicio para disfrutar.
Estas comunidades de Puerto Cortés afectadas por la basura y la erosión costera que se "come la playa", vivió en el pasado otro tipo de problema ambiental. Los cocoteros se volvieron amarillos, y la mayoría murieron. Eso ocurrió por el amarillamiento letal del cocotero (ALC) —una enfermedad causada por un fitoplasma (grupo 16SrIV) que mata palmas de coco y otras especies de Arecaceae.
El amarillamiento lo transmite principalmente una chicharrita/“planthopper” (Haplaxius crudus, antes Myndus crudus). No es un hongo ni un virus, y no tiene cura hoy por hoy. Detectado desde 1995 (Roatán), con pérdidas de 70–95% en cocoteros “Altos del Atlántico” a lo largo del litoral norte en años posteriores. Honduras llegó a considerarse foco de infección en Centroamérica.
En Honduras, el ALC devastó los cocoteros de la costa norte desde mediados de los 90; informes técnicos reportan pérdidas de 70–95% en algunas zonas e impacto económico severo para pequeños productores. La ruta más efectiva ha sido renovar con Maypan/Enanos Malayo y eliminar palmas enfermas para frenar la fuente de fitoplasma. Superado eso, ahora urgen salidas para frenar la invasión de basura en las playas.
Los desechos orgánicos como ramas y troncos de árboles son aprovechados por los lugareños para atizar los fogones. La comunidad, pese a los constantes cambios del mar y sus entornos, se adapta y resiste.
La instalación de la biobarda experimental en Baracoa, Puerto Cortés se perfila como una solución a corto plazo para evitar la contaminación de las playas. El interceptor actual es pequeño, pero sirve para realizar los estudios y medir las cantidades de desechos que bajan por el río. Luego de la investigación The Ocean Cleanup decidirá si es viable un interceptor mayor en el río, ya de forma permanente.