La noticia cayó como un balde de agua fría en invierno. La princesa Victoria de Suecia y su novio “no oficial”, Daniel Westling, terminaron sorpresivamente su inaprobado noviazgo por los reyes, luego de permanecer por cinco años como una pareja enamorada ante la mirada de todo el pueblo sueco.
La pregunta que todos se hacen es ¿qué pasó? El diario de la corte Sten Heman declaró en su portada que los motivos de la ruptura son claros: por un lado Victoria ha terminado por comprender que ni su padre el rey Carlos Gustavo, ni el pueblo sueco, ven con complacencia una boda con ese joven, y por otro, las cuentas oscuras del tal Daniel, que el año pasado fue investigado por el ‘fisco’ por intentar desgravar lo indesgravable, sus actuales malas inversiones y pérdidas de dinero tras haber montado por todo lo alto unos gimnasios en el centro de esta capital.
Westling, cuando comenzó su relación con la heredera, era un chico de provincias sin amaneramientos y una forma de ser natural no falta de “charme”.
Con su permanente gorra calada, chaqueta de sport, vaqueros y deportivas, era el prototipo de un joven como hay tantos en estos países nórdicos.
Hoy ya no existe aquel Daniel recién llegado de su pueblo Ockelbo, sino un caballero algo pretensioso y bastante presumido que viste Armani, usa las gafas más caras del mercado y gomina en el pelo.
Caprichos reales
Desde hace años Victoria ha querido celebrar su boda con su Daniel. De hecho todas sus amigas ya están casadas, pero los reyes nunca han encontrado el momento para anunciar el compromiso.
Sin querer enfrentarse con su primogénita y con mucha mano izquierda, el monarca, que siempre pidió a su hija tener paciencia y esperar, ha sabido mantener apartado al joven de todos los eventos.
Así, nunca hemos visto a Daniel Westling en los reales cumpleaños o siquiera en los clásicos besamanos del palacio entremezclado con los invitados.
Carlos Gustavo que jamás dio el visto bueno a esa relación ha demostrado de varias maneras su “no consentimiento” a un posible noviazgo de su hija con su “caballero suspirante”.
A pesar de los cinco años de amor y convivencia con Victoria, que se asegura sigue enamorada de Daniel, éste siempre ha sido el gran ausente de todos los saraos.
Para evitar críticas malsanas y entredichos, únicamente ha acompañado a la futura reina de Suecia a las fiestas o bodas privadas y aún así, la heredera entraba por la puerta grande y ese joven por la de servicio, o puerta trasera, escondiéndose de los fotógrafos.