La cantante Katy Perry atraviesa uno de los momentos más ilusionantes de su vida, embarazada como está de su primer hijo y gracias a la sólida relación sentimental que mantiene con el actor Orlando Bloom, con el que debería haberse casado este verano si la crisis sanitaria generada por el coronavirus no hubiera sido más que un mal sueño para todos.
Si a eso se añade el posterior -y relativo, todo sea dicho- fracaso comercial de su más reciente trabajo discográfico, ' Witness', un álbum que fue valorado de forma bastante positiva por la crítica pero cuyo rendimiento comercial resultó decepcionante para una artista de su categoría, resulta comprensible que el estado anímico de la californiana estuviera, en sus propias palabras, 'por los suelos' durante esos momentos convulsos.
'La gratitud es lo que probablemente me salvó la vida, porque de no ser por ella me hubiera visto más y más arrastrada a ese pozo de tristeza y probablemente hubiera saltado deun puente, pero encontré la manera de estar agradecida', ha aseverado la artista de 35 años.
'La esperanza siempre ha sido una opción para mí... Debido a mi relación con Dios y algo más grande que yo. Si soy la única que controla mi destino, por supuesto que va a ser, voy a conducirlo hacia el suelo', dijo.