Tokio, Japón.
Menos amas de casa y más ejecutivas. Más acuerdos de libre comercio que sometan a los agricultores protegidos a la disciplina de la competencia extranjera. Más trabajadores foráneos. Más flexibilidad en el mercado laboral, con salarios ligados más al desempeño que a la cantidad de años en la empresa o las horas de trabajo. Nuevas reglas que presionan a los ejecutivos a prestar mayor atención a los accionistas, en lugar de tolerar retornos consistentemente bajos.
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, prepara un paquete de medidas económicas con el fin de reformar una amplia gama de arraigadas tradiciones económicas, prácticas que han definido la cultura empresarial del país, pero a las que muchos economistas culpan por la prolongada postración de la economía.
A pesar del amplio escepticismo de los inversionistas extranjeros, el programa que Abe anunciaría el martes podría crear nuevas eficiencias en la economía.
Parte del cambio ya se nota. Ante el nuevo énfasis en los derechos de los inversionistas, las empresas han incrementado las recompras de acciones y los pagos de dividendos, además de incorporar a más directores externos a sus juntas directivas.
Sin embargo, tendrán que pasar años antes de que la mayoría de las políticas contribuyan de manera significativa a la prosperidad de Japón. Y aunque los objetivos son ambiciosos, muchas de las propuestas concretas son moderadas y apuntan más a modificar ligeramente las barreras al crecimiento que a destrozarlas rápidamente.
La amplitud del plan de Abe lo vuelve más vulnerable. Al redactar un paquete de 230 propuestas difíciles y diversas, en lugar de una agenda más focalizada, el gobierno corre el riesgo de diluir su influencia al extremo que terminar ganando muchas victorias pequeñas y ninguna grande.
“Es más bien un té aguado”, expresa Richard Katz, editor del Oriental Economist, en un informe sobre el paquete de medidas. “Lo que es peor es que muchas de las propuestas están planteadas como recomendaciones a ser detalladas y aprobadas (u obstruidas) por consejos de asesoría y ministerios variados”.
Se trata del segundo intento de Abe por disparar la llamada “tercera flecha” de su programa económico denominado “Abeconomía”, después de que su segundo intento el año pasado recibiera burlas por doquier por ofrecer vagas propuestas cuando los inversionistas anticipaban cambios estructurales drásticos e inminentes. La brecha entre la sustancia y las expectativas ayudó a poner fin a una racha alcista en la bolsa de valores.
Las primeras dos flechas —una enorme inyección de estímulo monetario por parte del Banco de Japón y un gran aumento del gasto en obras públicas— fueron disparadas poco después de que Abe asumiera el poder en diciembre de 2012, y dieron en el blanco.
Estaban diseñadas para estimular el crecimiento de corto plazo, ayudar a eliminar la capacidad ociosa que se había acumulado durante el largo bajón deflacionario y lograr que la economía avance a lo que los economistas llaman su potencial pleno, es decir la máxima tasa de crecimiento sostenible durante un lapso prolongado.
La tercera flecha apunta a elevar esa tasa de crecimiento potencial.
Empleando otra metáfora, la Abeconomía hasta la fecha se ha enfocado principalmente en llenar el tanque de gasolina, cambiar el aceite e inflar los neumáticos del mismo auto viejo para lograr que avance lo más rápido posible. El próximo conjunto de propuestas trata de modernizar el chasis con un motor más potente y otras herramientas, para contribuir a que se mueva incluso más rápido.
El Banco de Japón estima que el crecimiento potencial anual del Producto Interno Bruto del país ha disminuido de manera estable a menos de 0,5% en la actualidad desde 4% en los años 80. Ese es el precio de un estancamiento prolongado, conforme las cautelosas empresas dejaron de renovar su maquinaria y trasladaron su producción al exterior, mientras la población disminuyó y envejeció.
Mientras que antes lideraba a las economías avanzadas del mundo, la tasa de crecimiento potencial de Japón ahora se ubica detrás de las que se utilizan para Estados Unidos, de alrededor de 2%, e incluso para la atribulada Europa, de alrededor de 1%.
Existen tres formas de aumentar los caballos de fuerza de una economía: elevar la cantidad de empleados, potenciar la cantidad del equipo de capital que usan los trabajadores o incrementar la productividad. El programa de Abe busca hacer un poco de las tres.
Las empresas japonesas contratan relativamente pocas mujeres e inmigrantes. Abe cuenta con una serie de propuestas para aumentar la participación de ambos grupos en la fuerza laboral. Japón tiene la mayor tasa de impuesto corporativo después de EE.UU. entre los países de altos ingresos. Abe apunta a reducirlo de un nivel actual que supera el 35% a menos de 30% para incentivar el gasto de capital.
Para motivar a los ejecutivos a utilizar la mano de obra y el capital de manera más eficiente, Abe trata de fortalecer las reglas de gobierno corporativo que son menos estrictas que en muchos países ricos.
“Si puedes hacer incluso un solo hoyo, las cosas se empiezan a desmoronar”, afirma el viceministro de Economía Yasutoshi Nishimura, usando una metáfora del golf para defender la estrategia gradual. “Por lo tanto es importante hacer ese primer hoyo”.
Menos amas de casa y más ejecutivas. Más acuerdos de libre comercio que sometan a los agricultores protegidos a la disciplina de la competencia extranjera. Más trabajadores foráneos. Más flexibilidad en el mercado laboral, con salarios ligados más al desempeño que a la cantidad de años en la empresa o las horas de trabajo. Nuevas reglas que presionan a los ejecutivos a prestar mayor atención a los accionistas, en lugar de tolerar retornos consistentemente bajos.
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, prepara un paquete de medidas económicas con el fin de reformar una amplia gama de arraigadas tradiciones económicas, prácticas que han definido la cultura empresarial del país, pero a las que muchos economistas culpan por la prolongada postración de la economía.
A pesar del amplio escepticismo de los inversionistas extranjeros, el programa que Abe anunciaría el martes podría crear nuevas eficiencias en la economía.
Parte del cambio ya se nota. Ante el nuevo énfasis en los derechos de los inversionistas, las empresas han incrementado las recompras de acciones y los pagos de dividendos, además de incorporar a más directores externos a sus juntas directivas.
Sin embargo, tendrán que pasar años antes de que la mayoría de las políticas contribuyan de manera significativa a la prosperidad de Japón. Y aunque los objetivos son ambiciosos, muchas de las propuestas concretas son moderadas y apuntan más a modificar ligeramente las barreras al crecimiento que a destrozarlas rápidamente.
La amplitud del plan de Abe lo vuelve más vulnerable. Al redactar un paquete de 230 propuestas difíciles y diversas, en lugar de una agenda más focalizada, el gobierno corre el riesgo de diluir su influencia al extremo que terminar ganando muchas victorias pequeñas y ninguna grande.
“Es más bien un té aguado”, expresa Richard Katz, editor del Oriental Economist, en un informe sobre el paquete de medidas. “Lo que es peor es que muchas de las propuestas están planteadas como recomendaciones a ser detalladas y aprobadas (u obstruidas) por consejos de asesoría y ministerios variados”.
Se trata del segundo intento de Abe por disparar la llamada “tercera flecha” de su programa económico denominado “Abeconomía”, después de que su segundo intento el año pasado recibiera burlas por doquier por ofrecer vagas propuestas cuando los inversionistas anticipaban cambios estructurales drásticos e inminentes. La brecha entre la sustancia y las expectativas ayudó a poner fin a una racha alcista en la bolsa de valores.
Las primeras dos flechas —una enorme inyección de estímulo monetario por parte del Banco de Japón y un gran aumento del gasto en obras públicas— fueron disparadas poco después de que Abe asumiera el poder en diciembre de 2012, y dieron en el blanco.
Estaban diseñadas para estimular el crecimiento de corto plazo, ayudar a eliminar la capacidad ociosa que se había acumulado durante el largo bajón deflacionario y lograr que la economía avance a lo que los economistas llaman su potencial pleno, es decir la máxima tasa de crecimiento sostenible durante un lapso prolongado.
La tercera flecha apunta a elevar esa tasa de crecimiento potencial.
Empleando otra metáfora, la Abeconomía hasta la fecha se ha enfocado principalmente en llenar el tanque de gasolina, cambiar el aceite e inflar los neumáticos del mismo auto viejo para lograr que avance lo más rápido posible. El próximo conjunto de propuestas trata de modernizar el chasis con un motor más potente y otras herramientas, para contribuir a que se mueva incluso más rápido.
El Banco de Japón estima que el crecimiento potencial anual del Producto Interno Bruto del país ha disminuido de manera estable a menos de 0,5% en la actualidad desde 4% en los años 80. Ese es el precio de un estancamiento prolongado, conforme las cautelosas empresas dejaron de renovar su maquinaria y trasladaron su producción al exterior, mientras la población disminuyó y envejeció.
Mientras que antes lideraba a las economías avanzadas del mundo, la tasa de crecimiento potencial de Japón ahora se ubica detrás de las que se utilizan para Estados Unidos, de alrededor de 2%, e incluso para la atribulada Europa, de alrededor de 1%.
Existen tres formas de aumentar los caballos de fuerza de una economía: elevar la cantidad de empleados, potenciar la cantidad del equipo de capital que usan los trabajadores o incrementar la productividad. El programa de Abe busca hacer un poco de las tres.
Las empresas japonesas contratan relativamente pocas mujeres e inmigrantes. Abe cuenta con una serie de propuestas para aumentar la participación de ambos grupos en la fuerza laboral. Japón tiene la mayor tasa de impuesto corporativo después de EE.UU. entre los países de altos ingresos. Abe apunta a reducirlo de un nivel actual que supera el 35% a menos de 30% para incentivar el gasto de capital.
Para motivar a los ejecutivos a utilizar la mano de obra y el capital de manera más eficiente, Abe trata de fortalecer las reglas de gobierno corporativo que son menos estrictas que en muchos países ricos.
“Si puedes hacer incluso un solo hoyo, las cosas se empiezan a desmoronar”, afirma el viceministro de Economía Yasutoshi Nishimura, usando una metáfora del golf para defender la estrategia gradual. “Por lo tanto es importante hacer ese primer hoyo”.