La retórica de Europa sobre la austeridad está cambiando. “El rigor fiscal sólo nos matará”, afirmó el nuevo primer ministro italiano, Enrico Letta, ante el Parlamento
hace unos días. “Estamos llegando a los límites de las políticas actuales”, declaró el mes pasado José Manuel Barroso, el presidente de la Comisión Europea.
Pronunciar discursos, sin embargo, no es lo mismo que formular políticas y no es la primera vez que políticos de la zona euro han atacado las medidas de austeridad.
El antecesor de Letta, Mario Monti, y el presidente francés, François Hollande, proclamaron a los cuatro vientos el año pasado que el ajuste de cinturón tenía que acabar, sin provocar mucho impacto.
Desde entonces, la mayoría de las economías de la zona euro se han vuelto más frágiles y el pánico financiero que se extendió por Europa desde 2010 hasta mediados
de 2012 se desvaneció gracias a la promesa del Banco Central Europeo el año pasado de intervenir en los mercados de deuda soberana.
Tal vez ahora haya un margen de maniobra que antes no existía. No obstante, las autoridades europeas descartan un giro radical. “¿Esto cambia las cosas? No”, aseguró
un alto funcionario sobre la nueva retórica.
Mario Draghi, el presidente del BCE, dejó en claro la semana pasada que no quiere dar marcha atrás en el ámbito fiscal. “Para que las relaciones de deuda retomen una trayectoria descendente, los países de la zona euro no deberían desmantelar sus esfuerzos para reducir los déficits fiscales”, observó.
De todos modos, las autoridades europeas reconocen que hay espacio para hacer ligeros ajustes fiscales en algunos países. Los gobiernos deberán continuar sus campañas para recortar los déficits presupuestarios, pero algunos tendrán más tiempo para hacerlo.
“El monto total de consolidación no disminuirá, pero quizás podría distribuirse a lo largo de un período de tiempo más largo”, afirmó Giada Giani, economista de Citigroup
en Londres. El impacto del cambio sobre el crecimiento económico sería muy modesto, pero positivo, puntualizó.
Una gran limitación es que Europa se encuentra en una camisa de fuerza que ella misma fabricó. Los gobiernos de la zona euro, en un intento por convencer a los mercados
de su seriedad para controlar sus finanzas, adoptaron una disciplina fiscal más estricta que sería controlada de forma enérgica por Bruselas. Si la comisión ahora comenzara
a realizar excepciones colectivas a las nuevas reglas, su credibilidad se vería gravemente socavada.
Sin embargo, hay algunas perspectivas de hacer cambios modestos para aliviar el peso de los recortes fiscales sobre las economías europeas. En primer lugar, como
señaló Olli Rehn, comisionado de economía de la UE, en un comentario en su blog la semana pasada, el ritmo del repliegue fiscal se está moderando en Europa. La consolidación fiscal representó alrededor de 1,5 puntos porcentuales del producto bruto el año pasado; en 2013, se pronostica que la cifra caiga a la mitad.
También hay que tomar en cuenta el énfasis de la UE en el llamado déficit estructural, que expresa la fortaleza o debilidad subyacente del presupuesto más allá
de las oscilaciones en el crecimiento económico.
En la práctica, esto significa que Bruselas no obligará a realizar más recortes fiscales a los gobiernos solamente para ceñirse a metas que no se cumplieron debido a un crecimiento más débil de lo previsto.
Las nuevas reglas fiscales de la zona euro, una mejor disciplina presupuestaria y la acción decisiva del BCE significan “que tenemos el espacio para trazar políticas fiscales
con una perspectiva más de mediano plazo”, escribió Rehn en su blog.