Cierto conferencista empezó su seminario levantando en alto un billete de quinientos lempiras. “¿A quién le gustaría tener este billete?”, preguntó. Muchas manos se levantaron en la audiencia.
Un joven vivía en las alturas de los Alpes suizos. A menudo, solo para escuchar el eco de su propia voz, salía, ahuecaba las manos alrededor de su boca y gritaba: “¡Hola!”.
Llegó un ciervo a una fuente cristalina de aguas, y vio en la limpia superficie de ellas sus largas y delgadas piernas a la vez que sus hermosos cuernos.
Mi amigo Lynn Spence, piloto retirado, es un viajero que atesora un vasto repertorio de historias fascinantes, entre las cuales destaca una que compartiré a continuación.