Un día, dos monjes iban caminando por el campo. Iban camino a otro pueblo para ayudar a traer la cosecha. Mientras avanzaban, notaron a una mujer que estaba sentada en la orilla del río. Ella estaba enojada porque no había un puente y no podía cruzar al otro lado. El primer monje le dijo amablemente: “Si quieres te podemos cargar hasta el otro lado del río”.