En toda actividad humana, sea esta política, empresarial, castrense, intelectual, deportiva, llega un momento y coyuntura en que es necesario reemplazar a las personas -hombres y féminas- que han alcanzado la culminación de sus funciones físicas y mentales, de sus aportes y contribuciones, para ser sustituidas por quienes han emergido y solicitan espacios y oportunidades participativas. Es la inexorable ley de la vida: el cambio, que debe ser pacífico, no violento.