En 1966, llegué a Langue para dirigir el instituto JFK. Allí me reencontré con Paulino Banegas y su esposa Carlota Bonilla, amigos y compañeros de mis padres en los campos bananeros de la costa
En una sociedad cuya atmósfera está viciada y contaminada por la sospecha, duda, juicio y prejuicio, las personas no se miden por su competencia, sino por su astucia. Se ha perdido el respeto, dignidad y