Cómo erradicar las manías del niño

Existen malos hábitos que aunque parezcan graciosos no deben permitirse.

Madrid, España.

Muchos niños atraviesan etapas en las que es habitual que se den determinadas manías, aunque suelen desaparecer de manera espontánea. La actitud de los padres ha de ser activa y deben ayudar a su hijo a erradicarlas.

Conozca algunas de ellas:

- Chuparse el dedo: Todos los bebés se ponen el dedo en la boca y lo chupan, ya que el reflejo de succión está presente en los recién nacidos.

Es alrededor de los 2 o 3 años cuando este hábito tiende a desaparecer al encontrar el pequeño un sustituto para vencer su malestar, como abrazar a un peluche, jugar o pintar.

- El chupete: El problema que tiene este utensilio es que el niño pueda llegar a depender de él para calmarse. “Para tranquilizarle, podemos probar también con otras cosas, como la música y los masajes.

A partir de los 3 años, su uso puede interferir en la independencia del niño, con lo que es recomendable ir retirándolo antes de llegar a esta edad.

- Hurgarse la nariz: Se trata de una de esas malas costumbres propia tanto de los niños como de muchos adultos, con la diferencia de que, antes de los 4 o 5 años, aún no saben que es una de esas cosas que no se hacen en público.

Hay que enseñarle al niño a limpiarse con agua o papel.

- Darse golpes con la cabeza o balancearse: Probablemente, entre los 6 y los 30 meses, los niños adquieran el mal hábito de golpearse la cabeza en la cuna o en la almohada. No hay que alarmarse, lo importante es evitar que se dañen, ya que eso sí sería una manía perjudicial. Las razones que pueden llevarle a hacer esto pueden ser desde una rabieta hasta una forma de alivio.

- Morderse las uñas: No suele aparecer hasta los 3 años y puede prolongarse indefinidamente. De hecho, es el hábito iniciado en la infancia que mayor continuidad tiene en la edad adulta y se estima que cerca del 50% de los escolares lo han practicado alguna vez en su vida.

Qué hacer frente a las manías:

Distraer la atención del niño con alguna actividad incompatible con el comportamiento.

No señalar la mala costumbre y mucho menos en público.

Acercarnos y hacer un mínimo gesto que le impida seguir con la manía.

Establecer con él una palabra clave que le recuerde que tiene que dejar de hacerlo.

Reforzar con una caricia o una sonrisa cualquier actitud que suponga un avance.