”¡Niños lloran, hay enfermos, no aguantamos, hagan algo!”: sampedranos sin energía al borde del colapso

La Unidad de Investigación de LA PRENSA Premium realizó un recorrido nocturno para constatar la pesadilla que viven las familias sin energía eléctrica en San Pedro Sula

Foto: Yoseph Amaya / LA PRENSA

Imágenes del drama humano en residencial Bosques de Jucutuma, donde se acercan a un mes sin tener energía eléctrica de manera estable.

mié 14 de junio de 2023

11:26 min. de lectura

San Pedro Sula, Honduras. En las últimas semanas, la ciudad de San Pedro Sula ha vivido una crisis energética sin precedentes recientes. Los cortes han convertido sus hogares en un laberinto de sombras, obligando a su población a buscar refugio en aceras, carros oxidados y suelos implacables que reciben cuerpos exhaustos.

Cerca del corazón de San Pedro Sula, mientras en otras zonas descansan ajeno, miles de familias en residenciales como Bosques de Jucutuma, en el sector Ticamaya, están arrojadas en un abismo de desesperación.

Esta crónica revela la cruda realidad que enfrentan sus vecinos donde la luz se ha convertido en un lujo inalcanzable para cerca de 3,000 familias.

Los vecinos llevan varias semanas a oscuras por los apagones, pero no se ve una solución pronta para ellos. Incluso, la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (Enee) anunció el 12 de junio que cada lunes compartirá el calendario de interrupciones de la semana, aunque tampoco brinda horarios específicos, porque depende de la disponibilidad de energía.

$!Un padre y su hijo permanecen en la sala de su casa, tratando de pasar la noche mientras una vela ilumina la morada.

Mientras transitamos en un vehículo sobre el complicado acceso que conecta a todo este circuito desde el centro de San Pedro Sula, nos damos cuenta cómo todo el entorno cambia: hoyo tras hoyo en el pavimento de la calle que son imposibles de evitar debido a la limitada visión, uno que otro automóvil circulando, algunos postes del tendido eléctrico medianamente en funciones durante el trayecto.

A medida se va entrando todo se va desvaneciendo, es casi como si se estuviera llegando a una zona fantasma.

Al arribar a este sitio, tres hombres con vestimenta de guardias de seguridad nos interceptan y encienden sus focos mientras abrimos los vidrios de las compuertas del automóvil para identificarnos. Seguidamente abren el portón de la única entrada que hay y finalmente ingresamos.

Con la llegada de la noche, la opresiva oscuridad se apodera de todos, la cámara muestra imágenes de calles, antes vivas y vibrantes, ahora sumidas en un silencio inusual e iluminadas únicamente por la luz de las velas y linternas que las familias han improvisado.

Nos encontramos con familias que caminan guiadas solo por la débil luz de las velas que portan, sus rostros reflejan la fatiga y la tristeza que les impone vivir en estas condiciones.

$!Uno de los vecinos pone a funcionar una planta eléctrica que compró recientemente a raíz de los apagones en su residencia.

Al adentrarnos en los hogares aún hay niños estudiando a la luz de velas parpadeantes, mientras sus padres luchan por realizar las tareas más básicas en la penumbra.

Las conversaciones son completos susurros, como si temieran perturbar la quietud de la noche. El acceso a alimentos frescos se ve limitado, ya que los refrigeradoras permanecen apagadas, la comida perecedera se agota y hasta sufren por la ausencia de agua.

Hablamos con un padre de familia, cuya voz se quiebra al comentar sobre la sensación de vulnerabilidad que experimenta al no poder proteger a sus seres queridos en estas difíciles circunstancias. Mientras tanto, se observa a personas durmiendo en los asientos de sus autos para aprovechar el aire acondicionado sin importar que la batería caduque en cualquier momento.

También se sitúan personas sobre hamacas armadas enfrente de sus casas o tertulian entre sí esperando que anochezca rápido y llegue el siguiente día.

Intemperie

Imágenes conmovedoras muestran a niños intentando conciliar el sueño, el eco de sus risas pasadas parece haber sido ahogado por la falta de luz. En tanto, la voz de una madre colapsada se escucha al fondo de un comedor mientras expresa su cansancio entre el susurro de la noche.

Continuando nuestro recorrido nos encontramos a Roberto Mejía, de contextura delgada, con una gorra en su cabeza, short y sentado sobre una silla de plástico. Está acompañado de dos mujeres en las afueras de un negocio de asados.

A pesar de la ausencia de electricidad, este personaje, quien goza de popularidad en el sector por su jovialidad y humanismo, se aferra a la esperanza de que su negocio siga proporcionándoles algo de sustento. Con la ayuda de focos recargables trata de atraer a los clientes, pero el desolado ambiente y la falta de recursos hacen que sus esfuerzos estén por vencerse.

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La tristeza y la frustración se reflejan en su rostro mientras se pregunta cómo continuarán adelante. “Tenemos entre tres a cuatro semanas sin energía, estamos desvelados, los que no tenemos dinero estamos aguantando calor. Tengo este negocio de comidas, pero no sabemos ni siquiera si estamos vendiendo una carne bien cocinada porque no hay luz, las ventas han bajado”, comenta este hombre con tono de impotencia.

Mientras sus vecinas ubicadas al par se quejan de lo que ocurre, él no deja de insistir por un pronto auxilio.

$!Fuerzas vivas del sector Ticamaya continúan sosteniendo reuniones con funcionarios para solventar la problemática de energía eléctrica.

En todo el pasaje principal se miran y escuchan plantas eléctricas, esto permite a unos pocos privilegiados continuar con energía. Los vecinos relatan que muchas familias han decidido abandonar la residencial desde hace días, yendo a hoteles u otras viviendas familiares para huir de la crisis.

En colindancia, una mujer que reposa sobre un sillón reacciona sorprendida y preocupada cuando mira al equipo periodístico enfrente de la puerta de su casa. Denota su inquietud y una especie de trauma arraigado por el contexto en el que están conviviendo.

Segundos después decide abrirnos, pero insiste en que llamará a su esposo porque se encuentra sola. Aunque inicialmente se abrumó al mirar dos hombres desconocidos acercándose, tras mirar la leyenda de LA PRENSA en uno de nuestros chalecos y una cámara fotográfica, la calma retornó a su cuerpo.

Mientras esperamos, nos cuenta escuetamente que tienen más de ocho horas sin energía, que a la gente de las pulperías se les ha dañado los productos y que ella tiene un bebé de un año experimentando un ambiente sacrificado, puesto que todos los días duerme sobre una manta húmeda para que pueda reposar.

Hoy realmente se siente fresco en comparación a otros días, en el teléfono se avisa que no se supera los 28 grados centígrados, aunque la sensación térmica sí es más.

La mujer dice que en ocasiones anteriores, a esa jornada del día, si siente la temperatura como si fuera el mediodía. Con su mirada pareciera que lo asociara a un calor infernal, mientras sacude con sus manos unas cuantas gotas de sudor.

De repente, hombres en vehículos y con faroles altamente encendidos, así como en motocicletas y a pie, llegan a las afuera de la casa. A unos cuantos metros, nuestro motorista apaga las luces bajas y el vehículo para evitar llamar la atención, pero ya era demasiado tarde.

“Tranquilos”, dice la mujer, “es mi esposo y las demás personas del patronato”, refiere. En efecto, se trata de Ordin Osorto, un muchacho simpático que nos extiende su mano en señal de bienvenida, pero advierte que si llegan a mirar un carro de la Empresa de Energía Honduras (EEH) o de la Enee lo van a quemar porque ya no soportan.

El hombre de estatura promedio se aposta sobre la entrada de su casa, las fuerzas vivas del sector lo rodean como si se tratase de un cacique hablando de las necesidades de su pueblo.

“Estamos yendo desvelados al trabajo, hay enfermos, estamos molestos y todo se nos ha arruinado en la casa. Como sector ya hemos reclamado mucho y lo hemos hecho pacíficamente, pero si no se toman medidas habrá otras acciones”, advierte tajantemente, mientras en el fondo se escuchan los gritos de apoyo de líderes locales y curiosos que llegaron a mirar el lente de LA PRENSA Premium.

”Hacemos lo que está a nuestro alcance, pero ya no podemos más, son alrededor de 12 a 14 colonias las afectadas. Acabamos de tener una reunión y supuestamente para este sábado se contempla descongestionar este circuito para que haya potencia”, manifiesta un tanto inconforme Osorto, quien al cierre de su entrevista nos invita a continuar recorriendo el sector y nos aclara que la zona es segura, que incluso nos pueden acompañar.

Ordin comenta que llegó rápido a atendernos porque algunos vecinos se aproximaban al mirar movimiento, puesto que a raíz de lo acontecido, en los últimos días se han tratado de suscitar una serie de asaltos a viviendas.

$!Las tres etapas de Bosques de Jucutuma están en completa oscuridad. Sus pobladores están desesperados y reclaman una rápida salida a la situación.

En el camino miramos que un joven llamado Luis Mora está sentado sobre la acera de su casa junto a dos adultos mayores, sintiendo en primera persona el calor y mirando pasar vehículo tras vehículo cargados de ciudadanos hasta en las pailas. Unos mencionan que es que andan merodeando la zona para constatar que todo se mantenga en orden, otros aseguran que es porque están saliendo desesperados del sector.

Desde hace 15 días, en las diferentes etapas de Bosques de Jucutuma quitan la energía eléctrica desde las 6:00 de la noche aproximadamente y regresa tipo 4:00 de la madrugada. Aunque durante el día mantienen el servicio, la mayor parte de sus ocupantes no permanece en sus casas debido a que trabaja.

“Cuando uno quiere descansar no puede, a veces incluso ni se come porque todo se ha arruinado. En nuestro hogar ya se quemaron algunos reguladores de voltaje y nos da miedo perder más porque no hay dinero”, reclama con voz entrecortada este joven.

Luis confiesa que es difícil dormir, no solo por el calor, sino también por el bullicio derivado de las plantas eléctricas. “Uno aquí pasa con insomnio, vamos agotados al trabajo, la gente llora, el país en lugar de mejorar va empeorando”, lamenta durante la amena conversación con el equipo periodístico.

Desesperados

A medida que recorremos las calles envueltas en sombras somos testigos de más historias desgarradoras y la angustia que se ha apoderado de esta comunidad, sumergida en un abismo de desesperación.

Desde el primer paso que dimos en este sector sin electricidad, la oscuridad se convierte en nuestra compañera constante y en los pasajes apenas se distinguen las siluetas de las casas.

Las familias caminan con cautela, la desesperanza se respira en el aire mientras se aferran a la idea que algún día la luz regrese a sus vidas con regularidad.

Ante la falta de electricidad, las familias han tenido que ingeniárselas para sobrevivir. Encontramos, por ejemplo, a una madre de familia sosteniendo un ventilador recargable, algo que no estaba en su presupuesto, casi enfrente de su cara para lograr pasar la noche. A su alrededor, otros vecinos también improvisan soluciones, utilizando otras fuente de luz y poniendo colchones cerca de la calle para lograr descansar y pasar la pesadilla.

En el lugar, líderes comunitarios alzan su voz en nombre de estas familias desesperadas. Exigen a las autoridades una solución urgente a la falta de electricidad.

El acceso a este servicio es un derecho básico que estas familias no pueden permitirse perder. Las imágenes retratan miradas llenas de dolor y súplicas de esperanza, mientras el llamado por un cambio resuena en cada rincón oscuro de este sector que parece ser olvidado.

En medio de la oscuridad aplastante y la desesperación que se cierne sobre esta zona, las familias continúan aferrándose a la esperanza como un pequeño fuego en la noche más oscura, y a pesar de las dificultades que enfrentan, su espíritu resiliente se niega a apagarse.

$!Los hogares han tomado medidas alternativas de sobrevivencia en medio de la calamidad que sufren desde hace semanas.

Aún cuando las autoridades parecieran dar la espalda a esta realidad desgarradora, estas familias nos recuerdan que la luz más poderosa no proviene de un interruptor, sino de la fuerza interior y la determinación de aquellos que luchan. En grupos se reúnen a diario compartiendo historias y calor humano como una forma aceptable de adaptase a vivir sin electricidad.

A nuestra salida, un poco antes de la medianoche, continuamos observando cómo se alzaban historias de valentía y solidaridad. Vecinos que comparten las velas que les quedan, padres que se esfuerzan por mantener la calma y consolar a sus hijos asustados, comunidades que se unen en la adversidad y son solidarios.

Allá lejos quedaron los hermosos Bosques de Juctuma, los hogares sin luz, donde solo esperan que en un futuro próximo la oscuridad sea solo un recuerdo lejano.

Justo cuando salimos por el portón de seguridad, aún se escuchan los gritos agobiantes de Roberto Mejía, el asador de carnes del que hablamos al inicio de esta historia. En su desenlace se escucha su clamor acompañado con el siguiente mensaje: “¡Los niños lloran, ya no aguantamos, pedimos al Gobierno que nos ayude, que diga algo, que por favor haga algo, que diga algo!”.

A medida avanzamos, la voz de Roberto se perdió en el vacío...

Impacto por crisis

La situación energética que sufre el país no solo alcanza a los ciudadanos en sus casas de residencia, también afecta a múltiples rubros que mueven la economía nacional.

Los diferentes sectores y actores sociales consideran que si no se toma una acción pronto podrían haber despidos de empleados y hasta cierre de operaciones de empresas.

Dina Núñez, directiva de la Asociación de Hoteles Pequeños de Honduras (Hopeh), previó que esto impactará a todos e indicó que como sector están planificando nuevos métodos de trabajo en el manejo de clientes, pues proyectan que la demanda bajará como consecuencia de los apagones.

“La energía eléctrica es importante, damos servicio de agua, internet y ciertas zonas se pondrán más inseguras. Esto es delicado y creemos que como turismo nos va a afectar”, lamentó.

La empresaria indicó que ya están haciendo las respectivas gestiones internas para que esto dañe lo menos posible, al tiempo que demandó al Gobierno una decisión rápida para solventar la situación.

Victorino Carranza, dirigente de la Micro y Pequeña Empresa (Mipyme) en el norte de Honduras, reaccionó consternado por lo ocurrido con los racionamientos y cuestionó a la administración gubernamental actual por el papel desempeñado.

El representante dijo que el problema no es nuevo y que el gobierno actual ya conocía la situación energética que enfrentaba Honduras, por lo que desde el primer día que entró en funciones tuvo que poner en marcha un plan para evitar lo que ahora está pasando. Informó que rubros como el calzado, restaurantes y hoteles serían de los más afectados con la crisis energética.

Edgardo Quant, propietario de un restaurante en La Ceiba, reclamó al Gobierno por la inoperancia mostrada en esta problemática de energía. Insistió en que esta crisis no es nueva en el Litoral Atlántico, puesto que desde hace años vienen sufriendo de cortes de fluido eléctrico.

Quant comentó que algunas empresas corren el riesgo de cerrar sus operaciones al no poder trabajar con la misma carga de empleados si los clientes bajan, esto a su vez traería consigo una ola de despidos.

Desde su posición como empresario restaurantero pidió a la presidente Xiomara Castro y al ministro de Energía, Erick Tejada, una salida expedita al problema que continúa agudizándose.

La demanda crece permanentemente, pero la oferta no y ese es un problema, así lo define Juan Carlos Sikaffy, expresidente del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep).

“Tenemos 20 o 25 años con este problema, cuando fui presidente del gremio firmamos muchos documentos e hicimos propuestas, pero ninguna fue aceptada o ejecutada. No quiero enfocarme tanto en los cortes de energía, sino más bien en cómo resolverlo”, declaró el empresario.

Sikaffy planteó la importancia, por ejemplo, de establecer una tarifa horaria donde se le diga a la gran industria que trabaje de noche y que a cambio tendrá como incentivo una energía más barata.

Por otro lado, recomendó reportenciar las estaciones de transmisión, puesto que el país no puede seguir recibiendo 100 megas debido a que no hay capacidad. A su vez, sugirió la existencia de pequeñas generadoras en las subestaciones para copar todo y empezar con medidas a corto y mediano plazo.

En concordancia con estas salidas, Miguel Aguilar, del sindicato de Trabajadores de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (Stenee), cuestionó al Gobierno actual por no haberse preparado para lo que ya se avizoraba. Para Aguilar es importante acudir a comprar en el mercado regional como medida más próxima para apalear la crisis.

”Esto ya era previsto y se sabía, es un retroceso de país, es la no toma de decisiones basadas en los planes que la Enee ha venido construyendo desde 2014”, recordó.

Aguilar indicó que, en el marco de los racionamientos anunciados por la estatal, se podrán identificar algunas variables; es decir, pueda que algunos cortes se prolonguen más allá de lo programado, que duren menos de lo previsto o que acontezcan en horarios distintos, todo dependerá del déficit de algunas zonas y las temperatura registrada.

En contraparte, el déficit de generación de energía eléctrica en Hondura, según las autoridades de la Enee, es heredado de gobiernos pasados que no priorizaron suplir la demanda nacional, sumado a la falta de inversión en la red de distribución y transmisión, crisis que se agudiza a causa de las condiciones climáticas severas que azotan la región.

La presidenta Xiomara Castro dijo recientemente que Honduras se enfrenta a un “grave” racionamiento de energía eléctrica debido al bajo nivel de agua en las represas, la “indisponibilidad de plantas térmicas” y las “precarias condiciones” de la Enee.

Castro responsabiliza de los racionamientos de energía también al “moribundo” contrato entre Honduras y la Empresa Energía Honduras (EEH), de capital colombiano, el cual “es inoportuno, prematuro y desafortunado”.

La EEH está formada por las empresas Eléctricas de Medellín y Unión Eléctrica, ambas de capital colombiano, y la empresa hondureña Enterprise Consulting S.A., y se adjudicó en diciembre de 2015 el contrato de concesión para operar el sistema de distribución eléctrica de la ENEE por un período de siete años. En 2021 fue intervenida y en agosto ya terminaría su contrato.

Honduras tiene una demanda de unos 1,700 megavatios, de los que más del 60 % son generados por plantas térmicas que funcionan con derivados del petróleo, lo que representa para el país una factura muy alta, según cifras oficiales.