23/04/2024
07:05 PM

¡Viva la independencia!

    Aunque la historia nos enseña que los principales promotores de la gesta emancipadora fueron los criollos, porque aspiraban a tener un mayor control sobre los territorios centroamericanos sin tener que mantenerse mirando hacia la Península, también es cierto que el hecho de que esos mismos criollos hubieran nacido de este lado del Atlántico les permitía tener una identidad propia y un sentido de pertenencia americano que los llevó a optar por la construcción de una nueva nacionalidad, no obstante los retos que el hecho les ponía enfrente.

    La independencia centroamericana es unos de acontecimientos en los que confluyen distintas perspectivas sobre un mismo fenómeno, que es lo que hace posible que el devenir histórico se acelere y los grandes cambios sean posibles. Cierto es que no había total unanimidad entre aquellos padres de la patria, pero fueron capaces de poner a un lado sus particulares formas de pensar y estuvieron de acuerdo en que lo mejor para las cinco parcelas era desligarse de la metrópoli e ir al encuentro de sus destinos por sus propias fuerzas y a partir de sus propios méritos.

    También es cierto que los desafíos eran formidables: organización de un nuevo Estado, puesta al día del sistema educativo, deficientes medios de comunicación y transporte, etc. Sin embargo, pudo más la ilusión por insertarse de manera autónoma en el concierto de las naciones y definir un perfil propio, menos europeo, más americano.

    Por supuesto, sobre todo hoy, hablar de independencia como la posibilidad de emanciparse totalmente y no necesitar de nadie es imposible. Vivimos en un mundo interdependiente en el que nos necesitamos los unos a los otros y en el que el intercambio cultural y económico es una exigencia para la supervivencia. El correr de los siglos nos ha llevado a una nueva relación con España, pero también a establecer nuevos nexos con otros países de este y otros continentes. Además, una mayor autonomía política solo sería posible si alcanzáramos unos niveles de desarrollo que nos hicieran autosuficientes y, aun en ese caso, siempre haría falta mantener unas relaciones de intercambio con el resto de las naciones del planeta.

    Por otro lado, el proceso que culminó con la proclamación de la independencia no pudo, ni podrá nunca, volver atrás en el desarrollo de un mestizaje que, desde entonces, y más ahora, es un elemento fundamental de la identidad hondureña y centroamericana.

    La síntesis cultural y étnica que significaron tres siglos de convivencia produjo una amalgama que, en lugar de causarnos vergüenza, debe ser causa de orgullo y satisfacción. Porque aquí perviven simultáneamente la América precolombina y la Europa que vino a nuestro encuentro.