19/04/2024
12:32 AM

Recesión

    Las señales y los reiterados avisos sobre una recesión económica mundial el próximo año debieran ser más que suficientes para un compromiso colectivo real, veraz y firme para que los posteriores lamentos no enreden más el laberinto de la economía nacional en el que la salida de los vericuetos se halla todavía en la adivinación y la suerte, no en la visión producto del esfuerzo común y responsabilidades compartidas de manera que nadie escurra el bulto.

    El panorama en la comunidad internacional da señales negativas y recurrentemente los países de grandes economías van modificando, a la baja, sus índices de crecimiento, reflejados en el manejo del mundo monetario con el alza de las tasas de interés para enfrentar la inflación, pero con evidentes secuelas en la recesión que se halla a la puerta. Recesión y contracción se dan la mano con un primer efecto en el mercado laboral, cuyo dinamismo se retrae con el mayor costo del dinero.

    El peligroso riesgo desde el ámbito de nuestra minieconomía es mirar de lado, no al frente, y desde fuentes oficiales se proyecten buenos tiempos mientras el impacto golpea duro a los grandes mercados. Olvidamos aquello del perro y las pulgas, pero como dicen en el pueblo si en el norte estornudan aquí nos pega la gripe. Y no es para menos, pues “nuestra economía es pequeña, abierta y vulnerable”. Tan frágil que sostenemos nuestra moneda con las remesas.

    ¿Qué sucederá si el ámbito laboral norteamericano se desacelera, disminuye las oportunidades de trabajo y, lo que es peor, llegan despidos? No miremos lejano el escenario, pues la dependencia de nuestra economía aumenta su vulnerabilidad que profundizará y ampliará mucho más la pobreza, la desesperación sobre todo de los jóvenes que, tras su formación académica, incluso universitaria, no hallan empleo y el débil equilibrio institucional en búsqueda aún de credibilidad y confianza.

    No hay salida fácil, pero podremos aminorar las nefastas consecuencias de la recesión o contracción de la economía mundial si las responsabilidades ante el inminente e insoslayable desafío comienzan desde arriba, donde antes y ahora, no hemos visto los hondureños decisiones y acciones acordes con las negativas condiciones de la economía nacional. Es necesario una responsabilidad compartida a un problema tan complejo que no tiene solución con varita mágica y con discursos gastados.

    Los gastos siguen consumiendo los escasos recursos y aunque desde el primer día se empleó el vocablo “bancarrota”, el uso y abuso de las finanzas públicas nos hacen ver que no nos preparamos para lo que viene. Aquello de “apretarse la faja” no entra en nuestros cálculos y aunque la roca viene montaña abajo nos creemos invulnerables y casi eternos.