01/05/2024
10:06 AM

Visible e invisible

    “Hacer visible lo invisible” es el lema de la conmemoración reciente del Día Mundial del Agua, porque lo visible es la cada vez mayor desgracia para muchos por la carencia del vital líquido, la ironía de pocos por su derroche y la irresponsabilidad de las autoridades por no adoptar medidas de manera que no avance lo que los científicos califican el “estrés hídrico” en la naturaleza y en las poblaciones.

    Lo invisible, salvación con su función ambiental, se halla también amenazado, con el inmenso riesgo de la sobreexplotación y contaminación, pues la irracionalidad a flote y abundante en numerosas sociedades no valoran el beneficio en la naturaleza ni la aportación de las aguas subterráneas a la vida diaria de las personas, proporcionando un recurso fundamental en la existencia.

    En esta conmemoración anual se ha ubicado una meta alta, recordando aquella de los objetivos del milenio con el fin de mejorar la calidad de vida de la humanidad. El sexto objetivo de desarrollo sostenible, plan de acción internacional de la ONU aprobado en el 2015, señala la intención de proporcionar agua y saneamiento para todos antes del 2030.

    Casi nada, ya ha transcurrido casi la mitad del camino y como dicen en la aldea “neles pasteles” o aún peor, en vez de avanzar la marcha va en retroceso. Eso sí, los informes y estadísticas serán detalladamente elaborados, pero alejados de la vida real.

    En nuestra ciudad disponemos también de visible e invisible. Lo primero casi como desgracia y deprimente, pero ya nos hemos acostumbrado a ello y hasta muchos se alegren porque en el cauce hay cemento para atravesar lo que debiera ser abundantes corrientes y limpias aguas recién llegada de la montaña. Habrá que recordar en sus buenos tiempos los ríos Blanco, Bermejo y Piedra y la quebrada La Primavera.

    Pero en lo invisible tenemos no sólo esperanzas, sino plena confianza en que tendremos agua potable en la ciudad. La incertidumbre sobre las reservas de agua en una amplia zona crece porque los grandes y graves riesgos por el aumento poblacional y la expansión desordenada en la ciudad llegue al lugar sumamente apetecido para la construcción en grande, naves industriales y viviendas, lo cual está marcado en ordenanzas, pero éstas como el viento, soplan en todas las direcciones.

    El acuífero sampedrano alimentado por corrientes subterráneas de la cordillera de El Merendón es condición existencial para la población. Las corrientes superficiales, lo visible, se limita ya al recuerdo, mientras que el vital líquido proviene del gran y beneficioso depósito subterráneo amenazado por la sobreexplotación, la contaminación y la tala en el área boscosa de la montaña.