26/04/2024
06:32 PM

Compatriotas marginados

    En una homilía reciente pronunciada por monseñor Vicente Nacher en Tegucigalpa, el prelado abogó por los hondureños y hondureñas olvidados del orden social y económico, a quienes excitó a “llevar siempre el traje del amor, el respeto y la ternura, así como a vivir con justicia y verdad”.

    Son miles las personas que han quedado al margen de los beneficios de empleo, salud, educación, por diversas causas, tanto en los centros urbanos como en las áreas rurales. Son adultos, pero también jóvenes, e incluso niños (as), expuestos a peligros de todo tipo, al rechazo de sus semejantes que no logran comprender los complejos factores que los han orillado a la mera supervivencia cotidiana.

    ¿Por qué razones? Van desde la enfermedad mental, el alcoholismo, el consumo de drogas, la ausencia de familiares, entre otras causas. Deambulan por las calles, sin rumbo fijo, buscando en los depósitos de basura mendrugos para aplacar el hambre crónica. Han perdido toda esperanza y razón de vivir. Vegetan nada más, al llegar la noche pernoctan en las calles, al carecer de techo, ni recursos económicos para alquilar habitación.

    Algunos optan por aislarse, otros buscan compañía entre compañeros (as) de infortunio. Algunos se dedican a la mendicidad, otros a la búsqueda de cualquier trabajo temporal y ocasional que les permita ingerir alimentos.

    Su número cada vez va en aumento en la medida que se torna más escaso el número de nuevas ofertas laborales. Además, carecen de habilidades y destrezas específicas requeridas por los potenciales empleadores.

    Son percibidos por sus semejantes de manera negativa, con indiferencia en el mejor de los casos, con hostilidad y rechazo más frecuentemente.

    Los contrastes entre miseria y opulencia material son visibles a simple vista, lo que debería ser motivo de atención por parte de organizaciones civiles y religiosas, públicas y privadas. No es posible ignorar esa dramática y cotidiana realidad que ofende a la sensibilidad social y ética.

    Los (as) olvidados (as) y marginados (as) constituyen potenciales reclutas para engrosar las filas de la delincuencia, al no encontrar opciones de vida que les permitan salir adelante. Se perciben a sí mismos como atrapados por el sistema, sin salida posible. Están desesperados (as), despojados de cualquier ilusión. Pero, no olvidemos, son nuestros (as) compatriotas, con iguales derechos y deberes que sus semejantes. Ha sido muy oportuna la reflexión dominical de Monseñor Nacher. La misma debe encontrar oídos receptivos que muestren solidaridad con los de abajo. Aún hay tiempo para tender la mano fraterna.