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Día del Niño en Honduras

  • 09 septiembre 2020 /

    El médico y educador don Presentación Centeno escribió en el siglo pasado una canción de cuna, una nana, llamada “El patriotismo en la cuna”, a la que don Rafael Coello Ramos puso música, y en la que recitaba: “Qué dicha tan grande nacer en Honduras, cómo lo desearán todas las criaturas”. Esta y otra estrofa de la misma canción apareció en los años 70 en el encabezado de los certificados que entonces se entregaban en el nivel primario cuando concluía el año escolar. Con ello se buscaba fomentar en la niñez hondureña el orgullo de haber nacido en estas tierras.

    Hoy, en medio de una crisis sanitaria sin precedentes y con unas repercusiones socioeconómicas todavía no terminadas de dimensionar, celebramos el Día del Niño; día que, sobre todo nuestros estudiantes del nivel primario, esperan casi tanto como la Navidad o el día de su cumpleaños. Porque, en el marco de las fiestas de independencia, es el día en el que se acostumbra festejar con piñatas, dulces y golosinas, como en ninguna otra fecha del calendario escolar, a niños y niñas.

    Y es una verdadera lástima que en esta ocasión nuestros infantes se vayan a ver privados de esta fiesta que, por lo menos hoy, hace olvidar a miles de hondureñitos las dificultades que ellos y sus padres deben sortear no solo para poder mandarlos a la escuela o para proveerlos de útiles y material escolar, sino obtener una alimentación adecuada que les permita cursar con éxito la educación básica.

    Debido a los problemas generados por la pandemia, muchos de nuestros niños han visto interrumpido su proceso de aprendizaje. Con las escuelas cerradas y el limitado acceso a la teledocencia, miles de ellos no podrán aprobar su curso o lo aprobarán luego de haber adquirido unos conocimientos muy elementales que, prácticamente, equivalen a una promoción automática. Algunos de ellos, además, han debido soportar el sol o la lluvia mientras rondaban, en compañía de sus padres, las cercanías de supermercados y otros centros de abasto, o se apostaban en calles y bulevares a pedir ayuda, con la esperanza de que alguien les diera algo de dinero para poder comprar comida.

    Quiera Dios que ninguno de nuestros niños vuelva a pasar otro Día del Niño como este y que a sus rostros regrese la ilusión y la alegría que provoca en ellos tan esperada celebración. Porque su inocencia, su candor, merece ser celebrada.