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“Todos mandan, menos él”

  • 15 diciembre 2021 /

No es la primera vez que ha ocurrido en la historia: el gobernante es más débil que el partido; o que el caudillo o propietario del mismo. En 1907, José Santos Zelaya, dictador de Nicaragua, que no confiaba en Policarpo Bonilla, líder del Partido Liberal, escogió para gobernar a Honduras a Miguel R. Dávila. Entonces se decía bromeando que “todos mandaban, menos él”. En 1971 fue elegido Ramón E. Cruz, pero quien ejercía el poder era Oswaldo López Arellano. Todo se resolvía con el general. En su cuartel. Y algunos hacían mofa de lo poco que decidía el jurisconsulto elegido, precisamente para pasar por encima de la soberanía popular. Hasta que López Arellano no pudo con su incompetencia.

Ahora, puede crearse una dualidad que estamos a tiempo de corregir. Por un lado Xiomara Castro y por otro, el propietario de su partido, Mel Zelaya, que aunque su marido atraerá la atención y muchos pragmáticos y urgidos, en vez de plantear problemas a la gobernante no resistirán la tentación de tratarlos con Mel Zelaya, con lo que la dualidad y las contradicciones podrían presentarse de nuevo. Ahora tenemos la ventaja que el propietario del partido, su líder máximo y la presidenta, dormirán en la misma habitación: y podrán evitar contradicciones que pueden debilitar un gobierno que necesitamos fuerte, coherente y eficiente, de cara a los grandes problemas que hay que enfrentar. Tanto por las urgencias de una población posiblemente muy cerca de sus capacidades de resistir pacientemente los golpes de la pobreza y la miseria, como para manejarse en el incómodo escenario internacional que obligará a decidirse con Dios o con el diablo.

La otra alternativa es que Xiomara Castro haga un papel de titular en un gobierno en que solo tenga la titularidad de los actos oficiales, pero el mando lo tenga Mel Zelaya. Ello es típico en los reinados parlamentarios y democráticos, no en regímenes republicanos como indica la Constitución. Y además, permitiría que los intrigantes llevaran y trajeran, dividiendo a la presidenta que, aunque esposa, tiene la obligación de desempeñarse como titular del Ejecutivo. Mientras que el propietario querrá seguir siendo tal. Por lo que le repetirán malvadamente en el oído que Xiomara fue elegida por el pueblo, pero el poder es fruto de su lucha, sacrificios y desvelos. Y cuando crea esos consejos, tendremos un gobierno que se enrede a sus piernas. Y no faltarán quienes dudarán como se decía en tiempos de Miguel R. Dávila, que todos mandaban menos él; pero en sentido contrario que, en tiempos de Mel, el único que mandará es él y, nada más que él.

El ejercicio del poder en Honduras no es fácil. La cultura democrática es muy deficiente. Prevalece más el sentido del poder como premio para los ganadores que sacrificio deliberado. Tras las cortinas se preguntarán, ¿quién ganó las elecciones? Y responderán que Xiomara Castro; pero quien la puso de candidata fue Mel y, en consecuencia, es en él, donde tiene origen el poder. Y no faltarán quienes los enfrenten. Algunos dirán que son marido y mujer. Otros que son políticos y que estos no tienen lealtades con nadie, sino hacia ellos mismos.

Una división en el Poder Ejecutivo no es buena. Necesitamos un gobierno diferente, fuerte por la unidad interna, con claridad en quién toma las decisiones y que por ello no siembre dudas. Por ello, si me permiten un consejo, deben hablar lo menos posible. Por ejemplo, decir que revisarán lo acordado con los empresarios que construyeron Palmerola no crea seguridad jurídica. Y si Mel Zelaya, por resolver el problema enmienda lo dicho por su mujer que, además, será la presidenta de Honduras, la descalificará. Y hará creer que ella estará en el cargo, pero quien manda duerme en el otro lado de la cama.

Un gobierno unitario, que no cree dobleces; ni incurra en contradicciones es necesario para Honduras después del 27 de enero. Con un gabinete que sepa con quién tiene que despachar y tomar decisiones. Porque solo faltará que una sola vez se le niegue autoridad para que aquí como la pólvora, corra el mensaje que “no hay más poder que el de Mel”, el único dueño de Libre.

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