02/04/2025
03:13 PM

Toda una vida

Roger Martínez

Al igual que ayer, cada 17 de septiembre, día que en Honduras dedicamos a celebrar a los maestros de los diversos niveles de nuestro sistema educativo, no puedo evitar que me invada una agradable sensación de gratitud, porque quiso la vida que, desde bastante joven, tuviera la oportunidad no solo de trasmitir conocimientos, desarrollar habilidades o competencias relacionadas con el uso del español o con el disfrute de la literatura, sino, y sobre todo, de formar personas, de ayudarles a encontrarle sentido a la vida, a enseñarles la importancia de ejercitar unas virtudes humanas fundamentales, a saber distinguir lo bueno de lo malo, a buscar verdad.

En mi tercer año de universidad, con apenas 20 años, y mientras cursaba la carrera de Letras, comencé a trabajar como instructor en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Eso implicó entonces asumir la enseñanza de 3 secciones de Español General para los estudiantes de todas las carreras que se ofrecían entonces en nuestra máxima casa de estudios. Tuve que entrarle a fondo a la redacción, a la gramática y a la literatura, para hacer un papel decoroso y ganarme el sueldo limpiamente. Aún conservo el “voucher” de mi primer cheque: L 530.00, con una deducción de L 15 para el IHSS. Un año después, en agosto de 1984 comencé mi carrera docente en educación media en The Mayan School de Tegucigalpa.

Han pasado 41 años, toda una vida, desde la primera vez que, tiza en una mano y borrador en la otra, me puse delante de un grupo de estudiantes de diversas carreras de la UNAH, y desde entonces, aunque hoy me dedico sobre todo a cosas administrativas en la Universidad Tecnológica Centroamericana (Unitec), que hoy me acoge laboralmente, me he desempeñado en el mundo de la educación, y, confieso, que muy difícilmente, otra ocupación me hubiera dado las enormes satisfacciones que con ella he obtenido.

Más de cuarenta años después, y luego de haber pasado por las aulas de la Escuela Americana de Tegucigalpa, del Centro Escolar Aldebarán, de la Universidad Pedagógica Nacional, de la Universidad Católica y de la UTH, reconozco que el ejercicio de la docencia no solo me ha servido para sustentar a mi familia, sino que me ha permitido conocer la naturaleza humana y entrar en la cabeza y el corazón de cientos de niños y jóvenes, para ayudarles a otear el horizonte con esperanza.

Vivir el magisterio es emocionante. Reencontrarse con hombres y mujeres a los que se le ha ayudado a ser mejores personas, paga todas las preocupaciones y desvelos que pudieran haberse padecido. Como profesional de la educación, puedo hacer míos los versos de Amado Nervo: ¡Vida, nada me debes!, ¡Vida estamos en paz!

Maestra que tenía vida de turista es deportada de Estados Unidos
En este caso, las autoridades migratorias le explicaron que su deportación estaba relacionada con el hecho de haber dado a luz en EE.UU., aun cuando también había cubierto todos los costos médicos de su parto.
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