Ha habido y sigue habiendo muy poca gente que se atreve a contestar con toda honestidad cuando le hacen preguntas incómodas por así llamarlas, preguntas cuyas respuestas pueden dejar una impresión no muy placentera tanto en el entrevistador como en la audiencia.
Pensando en esto, se me ocurren Orson Wells hace algunas décadas y Arturo Pérez-Reverte en la actualidad. Desde luego que cuando ya se ha conquistado el incuestionable éxito en eso que hacen, estos personajes pueden sentirse libres de expresarse como realmente quieran hacerlo ya que entienden que esto no hará grandes diferencias en sus vidas, que no las afecta gran cosa.
Cuando se ha llegado a tener un nombre como los antes mencionados, cualquier temor a la crítica (si es que alguna vez lo hubo), se ha quedado atrás.
Pero aparte del éxito y el nombre también hay otras cosas detrás de las libres expresiones de estas celebridades; tener cierto grado de madurez, auto conocimiento, aceptación de quien uno es y una biblioteca, como bien lo dice el señor Pérez-Reverte. Y es que, sin alguna de estas cosas las aseveraciones de cualquiera de ellos sonarían vacías, serían simplemente las repeticiones de otros, palabrería para olvidar.
Leer al periodista, académico y escritor español Arturo Pérez-Reverte, es asegurarse de quedarse con algo de lo que se está leyendo, y quedárselo para siempre también.
Es muy difícil permanecer indiferente ante lo magistral de su pluma. Y la cosa es que, aunque uno no esté muy de acuerdo con aquello que está escuchando o leyendo, este señor lo dice y lo escribe tan bien, con tanto conocimiento de causa, que no se puede sino hacer constantes reflexiones sobre aquello.
Luego el locutor de radio, actor, guionista, productor y cineasta norteamericano Orson Welles, podría haber sonado como un desfachatado en una conocida entrevista dada hace algunos años en París, de no haber sido repito; por todo el “arsenal” de aliados que lo respaldaban. En dicha entrevista, se le cuestionó acerca de su conocida costumbre de contratar amigos cercanos para participar en sus producciones, arriesgando así la calidad de estas.
Asimismo, el entrevistador parecía querer acusarlo de no cuidar de su arte. Y de verdad que mientras que la cámara mostraba un rostro conocido, famoso, las respuestas de Welles que de ninguna manera trató de defenderse de aquellas acusaciones, sino que al contrario, aceptaba de buena gana todo aquello, mostraban no solo a una persona exitosa, sino estudiosa, que había tomado bastante tiempo para conocerse y aceptarse tal cual era.
Y es precisamente por estas características tan particulares, tan raras en el resto de la gente, que esos nombres siguen y seguirán sonando por mucho tiempo aun cuando los portadores de esos nombres ya no estén más por acá. Porque como dice la canción de Ace of Base; los hombres morirán, pero no sus ideas.