Desapareció la sonrisa que irradiaba bajo la visera de su gorra grabada, en su parte frontal, con el letrero “Rixi presidenta” desde que trascendió a las redes sociales una comprometedora plática telefónica con su amigo y correligionario José Carlos Cardona, en ese momento flamante titular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol). A raíz del escándalo, Isis Cuéllar se hizo más famosa que cuando ganó, en las elecciones pasadas, una diputación por el departamento de Copán. Pero esa notoriedad, en vez de catapultar a la lideresa copaneca a una reelección, más bien está por frenar su carrera política. Ni la misma Rixi Moncada, mucho menos el comandante de su partido Libertad y Refundación (Libre), Manuel Zelaya, quienes, hasta hace unas semanas, la enarbolaban como bandera de triunfo en occidente, no la quieren dentro de sus filas por no haber hecho bien esa trastada, y poner en riesgo a la gallinita de los huevos de oro.
El presidente del Congreso Nacional, Luis Redondo, fue más benevolente con ella, pues le dio un permiso, con goce de sueldo, a manera de paraguas, para que se proteja mientras pasa el aguacero, a sabiendas de que en Honduras los escándalos políticos son efímeros e impunes. Veamos lo que pasó en el gobierno anterior con el caso Pandora, el cual amenazaba con vomitar las tropelías cometidas por una pacotilla de parlamentarios y personas afines. Sin embargo, fue enterrado con artificios legalistas por los involucrados, quienes también corretearon a la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (Maccih) por investigar ese robo de 280 millones de lempiras a las arcas del Estado.
Los roedores del erario saben que cuando no hay un gato con garras en casa, los ratones pueden hacer fiesta. Por ello creemos que en el actual caso del “checazo”, si la Cicih hubiese venido a Honduras, como prometió en campaña electoral la presidenta Xiomara Castro, mucha gente de la élite política estaría con temblequera por la posibilidad de ser salpicados, ya que lo que ha salido a luz hasta el momento es solo la punta de una enmarañada madeja. Corresponde a los entes ejecutores de justicia comenzar a desenredarla “ipso facto”, sin necesidad de que la dirigencia de Libre lo solicite con el avieso fin de darse un baño de pureza.