25/04/2024
01:36 AM

La “omnisapiencia” humana

Salomón Melgares Jr.

Esta es la historia de tres gatitos callejeros: uno negro, otro amarillo y el último café. El gatito negro, grande y gallardo, andaba alrededor de su cuello un collar con una bolita roja.

El gatito amarillo, largo y elegante, por su parte, lucía un collar con una bolita azul. El gatito café, pequeño y escuálido, sin embargo, no portaba collar alguno. A los tres les gustaba jugar juntos en la calle; brincando, luchando y correteando de un lugar a otro en la vía pública, entre viviendas y solares.

Un día, una pareja los vio jugar mientras hacían la limpieza enfrente de su casa. De inmediato, el asunto de los collares llamó la atención. ¿Por qué uno de ellos no andaba collar?

Ellos sabían que los gatitos eran callejeros y, por ende, ninguno debería llevar collar. La respuesta surgió casi al instante. Estaba claro. Se podía distinguir a leguas: el gatito café no llevaba collar porque era feo, pequeño y escuálido, y nadie, en su sano juicio, querría adueñarse de él o decorarlo poniéndole un collar.

Déjeme decirle, querido lector, que nosotros actuamos de la misma manera muchas veces: “apresurando los juicios”. Como contando con un atributo de “omnisapiencia”, es decir, que lo sabemos todo o que tenemos un conocimiento absoluto que abarca todo lo existente, damos por buena una especulación sin antes confirmar su realidad o certeza. ¡Vaya malentendidos que generamos por andar haciendo así! Por eso estoy de acuerdo con aquello que se dijo una vez: que antes de juzgar se necesita saber mucho.

Y cuando juzgas “sin saber mucho” no defines lo que juzgas. Te defines a ti mismo.El gatito café, entonces, no andaba collar alrededor de su cuello porque era ceñudo, áspero e intratable. Y todo aquel que alguna vez intentó ponerle uno terminó con aruñones y mordiscos en sus extremidades superiores y con la camisa empapada de sudor por el trabajo que costaba agarrarlo.